Revista Cambio

Juguetes sobrevivientes

Cuando era niño, no tuve muchos juguetes, pero los Reyes Magos siempre se lucían y me traían uno bueno que yo debía cuidar mucho para que me durara el mayor tiempo posible. El resto del año difícilmente podía tener otro nuevo. Los juguetes buenos han sido caros siempre y son vistos (o deberían ser vistos) como algo muy especial, una meta que te lleve a portarte bien a fin de alcanzarla. No obstante, en tres ocasiones mi papá rompió esa especie de regla no escrita de los padres y llegó a casa con algo que me ponía realmente entusiasmado: un set de Playmobil.

Así, mis astronautas, mi carreta y mi helicóptero se convirtieron en una posesión especial que siempre mantuve aparte del resto de mis juguetes. Cuando ya fui adulto, fueron los únicos que llevé conmigo al salir de casa de mi mamá (sí, igualito que Andy en Toy S tory 3), y también fueron los únicos que se salvaron de que ella los regalara a fin de hacer espacio en su clóset.

Años después, cuando mi hijo tuvo edad suficiente, los únicos juguetes que le pude heredar fueron los Playmobil, los cuales iniciaron lo que hoy es una colección 10 veces más grande que la mía y que amenaza con seguir creciendo.

De hecho, son los juguetes con los que más juega, pues aprovecha la versatilidad que brindan para montar, por ejemplo, un estadio de futbol y todo lo que hay a su alrededor, incluso granaderos y estacionamientos.

 

EL JUEGO NO TIENE EDAD

Precisamente, esa versatilidad es lo que ha hecho que un juguete 100 por ciento analógico, como Playmobil, permanezca vigente durante más de 40 años, y que pase de manera orgánica de una generación a otra.

“La magia de Playmobil es que tú puedes crear todo lo que quieras porque son intercambiables y hasta puedes hacer tus propios personajes”, asegura Erik Eloim Montiel, presidente de Amexplay A.C., una asociación de coleccionistas mexicanos de esta marca.

Erik es chef y trabaja por su cuenta creando banquetes, pero en los últimos meses ha dedicado la mayor parte de su tiempo a jugar con sus propios Playmobil y los de los demás miembros de la asociación que preside, ya que han montado –con gran éxito– diversas exposiciones en importantes espacios, como el Museo del Caracol y el Museo de El Carmen.

Esas exposiciones consisten en grandes maquetas en las que, con muñecos de Playmobil, representan diferentes momentos de la historia de México o cuentos y leyendas tradicionales. “Montar esos dioramas es nuestra manera de jugar de adultos”, asegura.

El mexicano de 29 años dice que el juego consiste en imaginar cómo montarán la escena y cómo acomodarán todos los elementos de manera que los visitantes entiendan a simple vista qué  quisieron representar. “Tú decides cómo moverle la cabeza o si va parado o sentado. Por ejemplo, me tocó montar ‘Caperucita Roja’, y decidí ponerle las manos hacia arriba para que se muestre asustada cuando el lobo sale de la cama”, explica.

 

DE COLECCIÓN

Hoy, Erik tiene una colección de 600 muñecos de esta marca creada en Alemania en 1974. Inició su colección a los 18 años cuando, después de dejar de jugar durante toda la adolescencia con sus Playmobil, los volvió a descubrir en una tienda departamental y decidió que quería dedicar su tiempo libre a ellos.

En Internet encontró un foro de coleccionistas de España y descubrió que ahí había más mexicanos interesados en el tema, por lo que acordaron reunirse y montar exposiciones en México, como las que ya se presentaban en ese país.

Para las exposiciones, todos prestan lo que tienen en su colección, pero si necesitan adecuar algo, pueden ir al supermercado o a una tienda departamental a comprar alguna figura. “Si es algo muy especial, los domingos en el mercado de antigüedades que se pone frente al jardín Pushkin –del lado de la colonia doctores– hay un puesto especializado de Playmobil donde encuentro sets vintage y piezas de promoción o de ediciones de aniversario”, me cuenta Erik.

 

NOSTALGIA Y JUEGO

Erik dice que la gran parte de los asistentes a sus exposiciones los mueve la nostalgia por ese juguete que tuvieron en su infancia y que llegó a México a mediados de los 80. “Inclusive hay abuelitas que recuerdan que ellas se lo compraban a sus hijos”, comenta.

Además, agrega que no hay edad para jugar con Playmobil: “Para los niños, incentiva su imaginación y creatividad; y de adultos, si tuviste un día pesado o de mucho estrés, es una forma de relajarte, porque de verdad te ayuda mucho y te tranquiliza”.

Dice que hay muchos mexicanos que coleccionan estos juguetes, aunque no todos los prestan durante las exposiciones por miedo a que se pierdan o se dañen (el sol, por ejemplo, decolora las figuras). “Hoy, gracias a Facebook nos conocemos más entre nosotros”, apunta.

Muchas veces, la asociación de coleccionistas a la que pertenece no usa el nombre de la marca por temas de derechos, sin embargo, estos juguetes son tan reconocibles que prácticamente no necesita mencionarla, porque es fácil identificar a este juguete offline con el que millones de personas han jugado durante más de 40 años, pasión que se transmite ya de una generación a otra, en plena era digital.

 

Un poco de historia…

En 1952, Horst Brandstätter, de 21 años, tomó la dirección de la empresa de su padre (en la localidad de Zindorf, cerca de la ciudad de Núremberg), la cual fabricaba cofres, teléfonos y cajas registradoras. Él incluyo la manufactura de otros productos de plástico, como aros hula-hula y montables que fueron todo un éxito en Europa; no obstante, a finales de los años 60, la crisis del petróleo obligó a disminuir costos.

A principios de la década de los 70, Brandstätter le encargó a un diseñador de producto que trabajaba en la empresa, llamado Hans Beck, que creara algo nuevo con lo que se pudiera jugar mucho, y que para su fabricación requiriera una cantidad mínima de plástico. Así nacieron los pequeños muñecos de plástico de 7.5 centímetros de alto que fueron lanzados en 1974 y que tenían la forma de un caballero medieval, un obrero y un apache. Su éxito fue tan grande, que la empresa se salvó de la quiebra.

En 1976 salieron las primeras figuras femeninas, en 1981 surgieron los niños y niñas de 5.5 centímetros y, en 1984, los bebés de 3.5. En 1982 ya podían girar las manos, y durante 1988 tenían diferentes opciones de vestido y complexión. En lo que va del siglo 21, han lanzado la primera muñeca embarazada y jugadores de futbol y hockey con movimiento.

A la fecha, se han fabricado alrededor de 3 000 millones de figuras en el mundo (si se tomaran de la mano, le darían 3.6 vueltas al ecuador) con más de 5 000 versiones diferentes.

En 2015 murió Brandstätter, por lo que en los años recientes se han visto algunos cambios en la empresa. Por ejemplo, Playmobil no manejaba “licencias” para evitar depender de una moda, pero este año lanzaron dos: Cazafantasmas y Cómo Entrenar a tu Dragón, las cuales han sido bien recibidas por los fans.

El “crecimiento poblacional” de Playmobil no se detiene, ya que mientras la población mundial aumenta en 2.6 personas por segundo, la de estos pequeños seres de plástico crece 3.2 figuras durante el mismo lapso.