Aunque no existe una versión confirmada, algunos historiadores aseguran que los orígenes de la Lucha Libre en México se remontan a épocas poco sospechadas. Se dice que este deporte fue introducido en nuestro país durante la intervención francesa, en el año de 1863.
Toma su nombre del hecho de que en esta disciplina se permiten muchos más movimientos que en la lucha grecorromana, de la cual se desarrolló. La lucha libre se hizo popular en México en la década de 1930.
En esos años hay una fecha grabada en la historia de este deporte, es el 21 de septiembre de 1933, cuando se fundó la empresa más importante de lucha libre en el mundo: la Empresa Mexicana de Lucha Libre.
Si bien este deporte no es estrictamente mexicano, hay algo que sí nació en nuestro país y que ahora es parte esencial de la lucha libre: la máscara.
El uso de máscaras comenzó casi al mismo tiempo, cuando un luchador irlandés que vivía en México, conocido como Ciclón McKey, quiso convertirse en el primer luchador enmascarado.
El Ciclón McKey, quien años más tarde protagonizaría ni más ni menos que la primera función de lucha libre que se dio en la entonces llamada Arena Modelo –hoy Arena México–, empezó usando una máscara de piel de cabra confeccionada para él por un zapatero mexicano llamado Antonio Martínez.
A pesar de que no le gustó el primer diseño, el irlandés comenzó a solicitarle más, y rápidamente otros luchadores lo imitaron y pidieron a Martínez sus propias máscaras.
Víctor Martínez , hijo de aquel humilde zapatero, saca la vieja máscara de piel de cabra de una vitrina donde la guarda como el más preciado tesoro familiar. Hoy él atiende uno de los principales negocios de venta de máscaras profesionales.
El negocio se llama Deportes Martínez, y se ubica en la colonia Doctores, en el centro de la Ciudad de México, a unos pasos de la famosa Arena México. Este lugar es uno de los pocos que aún fabrican máscaras tradicionales de lucha libre en el país.
Produce 450 por semana, a partir de diseños que requieren 17 medidas de la cara del luchador. Las máscaras más económicas confeccionadas por los Martínez cuestan entre 1 500 y 2 000 pesos, sin embargo, hay luchadores que han pedido diseños especiales y por supuesto el costo aumenta, también dependiendo de los materiales, aunque todas están hechas con fibras sintéticas para hacerlas más ligeras y porosas.
A pesar de la disponibilidad de las máscaras chinas, mucho más baratas, Deportes Martínez se ha conservado como el negocio que posee el legendario secreto del diseño de la máscara perfecta, diseño que incluso está patentado como una propiedad industrial. Nadie tiene acceso a las 17 misteriosas medidas que el zapatero Martínez dejó como jugosa herencia a sus hijos y nietos.
Y es que Víctor ahora provee a casi 250 luchadores profesionales en México, y en los últimos años creó un sitio web para vender a los fanáticos de la lucha en todo el mundo.
“Mi padre era un perfeccionista y me dejó ese legado. Es mi responsabilidad mantener su prestigio”, dice Víctor Martínez, sin ocultar ni un poco el orgullo de su apellido.