Martha Pskowski
“En 2010 cuando empezamos, lo único que queríamos era poner unos arbolitos”, dice Alejandra Villar. Está sentada junto a su esposo Germán Martínez, en el Parque Nacional El Tepeyac, y contemplan el área que han vuelto a llenar de árboles nativos de cazahuate y de copal. En siete años, han plantado entre 2 000 y 3 000 árboles en el Cerro del Tepeyac, con el apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), la Comisión de Recursos Naturales de la Ciudad de México (Corena-CDMX) y muchos voluntarios.
A lo lejos, en la palapa, se escucha el tambor de un grupo de danzantes. Los corredores ya han salido del parque donde entrenan cada mañana, y sólo quedan unas familias sentadas tomando el sol de mediodía. A escasos 15 minutos caminando desde el paradero del metro Indios Verdes, donde el caos urbano es cosa de todos los días, esto es un oasis de tranquilidad.
Parece que nadie se acuerda de que aquí hay un parque, pero lo cierto es que existe formalmente desde el 18 de febrero de 1937, cuando Lázaro Cárdenas otorgó 1 500 hectáreas para crear el Parque Nacional El Tepeyac, “destinado a la protección de las obras de reforestación artificial emprendidas en la zona”. 80 años después, todo el entorno se ha transformado.
Cárdenas creó este sitio a fin de que “los vecinos de La Villa y los turistas en general disfruten de sitios higiénicos y de solaz que permitan admirar las bellas perspectivas que se observan hacia la ciudad de México y hacia la gran planicie del antiguo lago de Texcoco”.
Pero el general no sabía que en 2017 la contaminación iba a limitar esas vistas desde el Cerro del Tepeyac, no obstante, aún se pueden ver la Basílica y el Centro Histórico, e incluso en días muy claros, los volcanes del sur.
CIUDADANOS AL RESCATE
Después de haber permanecido muchos años en el olvido, hoy los voluntarios trabajan en forma coordinada con instancias públicas en El Tepeyac, para reivindicar el papel de los parques nacionales en la Ciudad de México.
“Antes yo venía a correr y me iba. El resto del día me olvidaba del parque”, explica Germán, quien es jubilado de la Secretaría de Salud. Germán y Alejandra viven en la colonia Santa Isabel Tola, justo a lado del cerro. Ellos vieron con preocupación la deforestación del área y por eso decidieron hacer algo.
Contactaron a la Corena-CDMX con el propósito de organizar actividades de limpieza y reforestación. “Había basureros por todas partes. Una vez sacamos 300 costales de basura”, recuerda Alejandra. Además, organizaron jornadas de reforestación para plantar especies nativas mediante los consejos de esa comisión.
“A veces sólo éramos tres, o cuatro”, dice Alejandra. “¡Una vez nada más llegamos nosotros dos!” Pero también contactaron grupos locales, como los grupos de scouts, y llegaron a tener hasta 60 voluntarios.
Se constituyeron como asociación civil Amigos del Parque El Tepeyac y de Tola; posteriormente, Villar y Martínez buscaron respuestas tanto en la Corena-CDMX como en la Conanp con la finalidad de mejorar las instalaciones del lugar. Así supieron que existía un vacío institucional. Una parte del cerro corresponde al Parque Nacional, y por ello está bajo custodia de la Conanp, y otra parte es una Zona de Conservación, responsabilidad del gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, era la Corena-CDMX la institución que tomaba un papel más activo en el Tepeyac porque la Conanp no tenía un presupuesto designado para esta área.
Ciudadanos como Alejandra y Germán, que reconocieron la importancia de recuperar este espacio verde en medio de la delegación Gustavo A. Madero, poco a poco convencieron a los funcionarios públicos de sumarse.
Finalmente, en 2017 la Conanp volvió a asignar presupuesto al parque, y ahora el geógrafo Agustín Tagle, subdirector de Áreas Naturales Protegidos, es el encargado del Tepeyac. Tagle y su asistente Tanya Pérez Herros se coordinan de manera estrecha con Corena-CDMX a fin de administrar el espacio. Blas Gómez Arciga es encargado de una brigada contra incendios que trabaja durante la temporada seca para apagar fuegos forestales.
“Es un parque muy pequeño y no tiene muchos recursos”, reconoce Tagle, aunque está seguro de que a pesar de esto, el lugar tiene un papel muy importante por los beneficios ambientales y sociales que aporta a la Ciudad.
El área protegida abarca los cerros Tepeyac, Zacatenco y Gachupines, que filtran el agua que baja a la ciudad. Reforestar los cerros permite captar más agua y recargar las acuíferas. Además, los bosques en los cerros capturan carbono y producen oxígeno. Los cerros forman una barrera contra los vientos que vienen de Hidalgo, así protegen a la Ciudad de México de la contaminación.
Sin embargo, Tagle dice que los beneficios sociales, “son todavía más importantes. Es de las pocas manchas verdes en la zona norte de la ciudad”.
JUSTICIA AMBIENTAL
En una urbe tan desigual como la Ciudad de México, la clase social de sus habitantes determina el acceso a muchos bienes públicos, incluyendo la posibilidad de visitar espacios verdes. El concepto de justicia ambiental, desarrollado por activistas afroamericanos, dice que todos tenemos el derecho a disfrutar de espacios naturales.
Lamentablemente, la delegación Gustavo A. Madero tiene menos área verde por habitante que el promedio de la ciudad. Un estudio de 2016 encontró que en la GAM, hay apenas 5 m2 de área verde por habitante, lo que la coloca por debajo del promedio en la ciudad que es de 12.94 m2 por habitante. En el otro extremo está la delegación Coyoacán, por ejemplo, en donde cada persona tiene un promedio de 18 metros cuadrados.
La Gustavo A. Madero es la segunda demarcación más poblada de la Ciudad de México y una de las más golpeadas por la marginación social y la delincuencia, además del crecimiento urbano desordenado. Las colonias que rodean el Tepeyac tienen grados de marginación de medio a muy alto. Recuperar el Parque Tepeyac y otros en delegaciones con alta marginación no sólo implica beneficios para la flora y la fauna, sino para las personas que actualmente no tienen en sus colonias un lugar donde caminar, jugar, hacer deporte y conocer la naturaleza.
Tagle dice que los parques nacionales permiten también a los habitantes de la capital entender los problemas ambientales que enfrentamos.
“Vienes aquí y entiendes que estamos en una cuenca. El parque fomenta la conciencia ecológica en la ciudad”, explica el geógrafo.
En la pequeña oficina del parque, guardan unos mapas del antiguo Lago de Tenochtitlan. Ahí aparece el cerro donde estamos parados ahora. En la entrada del parque, han colgado reproducciones de cuadros de José María Velasco, quien pintaba desde este mismo cerro. Entre 1870 y 1880, cuando Velasco hizo sus cuadros, se podían ver los volcanes claramente al sur, y el terreno alrededor del cerro era agrícola. Lo cierto es que hoy, al observar la enorme mancha urbana desde este sitio, son notables los cambios monumentales ocurridos en siglo y medio.
Tagle quiere que el Parque Tepeyac despierte una conciencia ambiental en los visitantes. “Los parques nacionales en la Ciudad de México deben ser centros de creación de una cultura ambiental”, enfatiza.
LOS RETOS
La Conanp y los Amigos del Parque El Tepeyac y de Tola enfrentan diversos retos a fin de recuperar la condición ecológica original del lugar. Aunque fue el motivo para crear el parque, la reforestación que se llevó a cabo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas no fue adecuada. Plantaron eucaliptos que requieren mucha agua y son muy vulnerables a plagas. Por eso poco a poco siembran especies nativas como el cazahuate y el copal.
La incertidumbre jurídica se extiende a los asentamientos irregulares que hay encima del cerro. Durante años de abandono, muchas familias construyeron sus viviendas dentro del parque. Por años, los políticos en el poder se aprovecharon de la falta de regulación y dieron permisos de construcción. Estos asentamientos irregulares carecen de servicios públicos y, hasta la fecha, el gobierno no tiene un plan para reubicarlos.
Otro reto es la seguridad en el parque. Pese a que se han denunciado muchos asaltos, Tagle dice que la respuesta de la policía no ha sido suficiente.
“Es muy difícil acabar con la delincuencia cuando no tenemos la capacidad nosotros”, explica el geógrafo. “Dependemos de la seguridad pública pero no nos pueden dar policías de fijo porque dicen que no tienen tanto personal”.
Mejorar las instalaciones podría contribuir a mejorar la seguridad, sin embargo, aún no tienen presupuesto suficiente.
Tagle reconoce que los visitantes deben sentirse seguros para que se apropien del espacio, así que esto se vuelve un círculo infinito.
Cárdenas no podría haber imaginado los retos que el Parque Tepeyac enfrenta hoy en día, sin embargo, los vecinos y funcionarios que lo cuidan están determinados a seguir su legado de conservación urbana; por ello, el pasado 10 de junio, Amigos del Parque El Tepeyac y de Tola organizó una feria por el 80 aniversario del lugar, a la que fueron invitados vecinos, músicos, artistas y ambientalistas.
Alejandra y Germán a veces se sienten desanimados debido a la inseguridad y la falta de recursos públicos. Pero Alejandra dice que “cuando vemos el bosquecito nos dan ganas de seguir”.
Y su esposo Germán agrega: “Queremos involucrarnos en algo que va a dejar huella. Que la historia nos reconozca como los necios que querían hacer algo en el Parque Tepeyac”.