La fórmula era así: un bebé, una carriola y comidita de plástico. El bebé no se mueve mas que con pilas, y su expresión facial es la misma: rígida y de material frío. Así es el juego para muchas niñas: hay que cuidar de un niño porque parece divertido, porque así lo hicieron parecer nuestras madres, nuestras abuelas y las mamás de nuestras abuelas, y la idea era que nosotras también.
Parecía que antes las mujeres se quedaban en casa a cuidar de los hijos, a cocinarles (o producir bienes de autoconsumo del hogar, que es el término correcto), a ayudarlos con sus tareas, bañarlos y acostarlos, mientras que el padre de los hijos e hijas “salía a trabajar” a fin de proveerles otros bienes. Sin embargo, ese “antes” continúa según las horas dedicadas a proporcionar alimentos, pues el 86.4 % proviene de las mujeres y apenas 13.6 % de los hombres. De las horas que se dedican a la limpieza de ropa y calzado, el 83.2% proviene de las mujeres y el 16.8% de los hombres, de acuerdo con la investigación La discriminación en el empleo en México, de Estefanía Vela Barba, del Instituto Belisario Domínguez.
En tanto, se descalificaban los quehaceres de las mujeres en su hogar porque no hay un salario de por medio, ni es una actividad que actualmente pueda añadirse a un currículum laboral, pues hay quienes aún creen que estar en casa produciendo bienes y cuidando a los menores es un trabajo sencillo.
Al final, ellas estaban criando a las próximas mentes brillantes del país, a la fuerza laboral y creativa.
En la más reciente marcha del 8 de marzo, donde las mujeres del país salieron a protestar por los feminicidios, por la brecha salarial y por la violencia de género, surgió otra faceta: la de la maternidad. A los atacantes del feminismo les voló la cabeza al ver a mamás y mujeres embarazadas marchando. “¿Pues no que las feministas no querían ser madres y quieren abortar todo el tiempo?”. El inicio de ese mito es desconocido, lo cierto es que hay mujeres feministas que anhelan la maternidad, hay madres que se volvieron feministas y mujeres embarazadas que están a favor del aborto.
Una de ellas es Liliana Ang, joven pintora y artista visual que encontró en la comunidad Maternidades Feministas un lugar de apoyo, donde conoció a otras madres con las mismas problemáticas que enfrentan a diario las mexicanas con hijos.
“Alrededor del 8 de marzo estaba en un grupo de mamás de la Roma, pero eran señoras muy ricas y sus preocupaciones eran sobre cuándo darle vacaciones a sus trabajadoras del hogar o a qué restaurantes ir, entonces no me sentía cómoda en ese grupo”, me cuenta Liliana que cada 8 de marzo acude a las marchas.
Este año, aun con su hija Omara de ocho meses, no sería la excepción, por lo que buscó un contingente en el que se sintiera segura y encontró esta comunidad, cuyas integrantes también asistieron con sus bebés.
“Hicimos presente dentro del feminismo esta parte, muy importante y que está un tanto invisibilizada, que son las maternidades”.
Los feminismos y su compromiso con la maternidad están presentes, pues ser madre no es un tema desairado por quienes luchan por la igualdad de género, al contrario.
Ya Marcela Lagarde, antropóloga y feminista, había rectificado que la maternidad se trata de algo muy serio, de un “compromiso ético” para toda la vida, pero en términos de igualdad, se trata de modificar aquella “en cautiverio, la maternidad esclavizante, en la que eres sierva de tus hijos y de tus hijas”, como ha dicho en su libro Claves feministas para la negociación en el amor.
Liliana lleva una dinámica muy diferente con su pareja a la que tenía su madre en cuanto a tiempos de crianza, aunque también era feminista, sin embargo, lo normal era que la mujer tuviera un empleo remunerado y además se encargara del trabajo doméstico.
A propósito, el trabajo doméstico y el cuidado de personas en los hogares se realiza aproximadamente por el 70 % mujeres y niñas, contra un 30 % de los hombres, como me explica Christian Mendoza Galán, coordinadora del Programa de Género, Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB).
¿Y el trabajo?
La integración de un grupo de maternidades feministas no significa que la crianza se haya balanceado en su totalidad con sus parejas, pero se acompañan cuando se trata de enfrentar los tabúes que la sociedad mexicana aún mantiene hacia muchas madres.
Es decir, aún se tiene que enfrentar las violencias entre pareja, las críticas por seguir trabajando, la poca paternidad activa, la situación económica en la que se encuentran y el trabajo precarizado.
“Nuestra precariedad económica es otro de nuestros problemas. Este grupo es un pequeño reflejo de las madres mexicanas. Muchas de sus preocupaciones son ‘¿cómo voy a llegar a fin de mes? ¿cómo puedo mantener mi trabajo sin descuidar a mis hijos?’”, me dice Liliana.
Muchas madres jóvenes buscan un trabajo de media jornada o que les otorgue flexibilidad para mediar su tiempo entre un empleo remunerado y la atención a sus hijos, que se traduzca en derechos laborales completos, que coticen una pensión digna para retirarse y hasta en tener un crédito suficiente con qué comprar una casa. Aunque si deciden tener un trabajo de tiempo completo, son ellas las que cargan con las críticas.
“Ser madre de repente parece que implica que lo primero ya no es tu trabajo, y si pones antes otras cosas, eso en este sistema se castiga muchísimo. Se considera socialmente que ahora que eres madre tu primera labor siempre va a ser hacer eso y todo lo demás pasa a segundo plano, y sí osas poner tu trabajo antes que la maternidad, eres mala madre. Es una estampa con la que te asustan mucho”, me comenta Liliana, quien tuvo que inscribir a Omara a una guardería luego de que su estudio sufriera daños durante el temblor y tuviera que coordinar los cambios pertinentes.
Sin apoyo
En general, el tema de la maternidad ha sido un tanto ignorado por el estado y la sociedad, ya que se asume como una “actividad natural” o “biológica” de las mujeres, pero se trata de un trabajo como cualquier otro.
“La maternidad y el trabajo de cuidados no son una habilidad natural desde la perspectiva de los estudios de género, sino que fue socialmente construida con los roles de género. Si no se realizaran estas actividades dentro de los hogares, no estaríamos alimentados, descansados e higienizados para poder salir. Y si como madre no las haces ‘por amor’, pues eres una desnaturalizada ante los ojos de los demás”, me indica Christian del ILSB.
Al respecto, Marcela Lagarde ha citado en su libro a Franca Basaglia, que definió a las mujeres como “seres para los otros”.
“La sociedad y la cultura hacen de las mujeres seres que aman a los otros. Lo perverso es que en esa imposición está la negativa del amor propio. A las mujeres les ha sido prohibido el amor propio”, dice.
La solución no está en ofrecer un “salario” a las madres que hacen trabajo no remunerado en sus hogares nada más, como lo han planteado autoridades en algunas entidades. Son en general muchos factores: falta de políticas públicas que promuevan la repartición equitativa de los trabajos domésticos y de cuidados, el reconocimiento en el ámbito público del aporte económico y sustento al desarrollo realizado principalmente por mujeres y niñas, facilidades para incorporar a las mujeres en trabajos remunerados y dar prioridad a aquellos que requieran estos trabajos de cuidados.
Christian también me dice que hay una responsabilidad en el sector privado y en la falta de generación de políticas al interior de las empresas, que permitan a sus trabajadores y trabajadoras acceder a servicios de cuidado, ampliar la flexibilidad en los horarios y las licencias de maternidad y paternidad.
“Aunque la ley los obligue a ciertas condiciones, no significa que se deban quedar ahí. Algunas empresas otorgan licencias de maternidad y paternidad más amplias, lo que implica que ni las mujeres ni los hombres se sientan mal por salirse de su trabajo a dedicar horas a sus hijos”.
No más mentiras
Para Liliana, admitir que todo este tiempo la idea de ser madre “es la cosa más hermosa del mundo”, que es como “un engaño colectivo”, sería el inicio del trabajo feminista en torno a este tema.
“Siempre te la representan como una cosa rosa, hermosa y cursi, y no hay nada más lejos. El embarazo y la maternidad en realidad son cosas muy oscuras, muy duras y difíciles. Sí es hermosa, pero hay que reconocer que es una luz en medio de una oscuridad gigante”, me dice Liliana.
Entre las palabras que me comparte y que flotan en el aire respecto a tener hijos –y que podrían asustar a muchos–, están: “arrepentirse”, “duelo”, “doloroso” y “soledad”, términos que pueden comenzar a pronunciarse sin temor a ser estigmatizadas en aras de dejar atrás un concepto de una maternidad idealizada. Entonces, así, podremos avanzar hacia la igualdad.