Periodismo imprescindible Sábado 21 de Diciembre 2024

Ni de aquí ni de allá

Llegaron a México sin nada, con la vida rota y sus familias separadas. Pasaron ya las dificultades de no tener una identificación, un lugar dónde vivir, dónde trabajar, y ahora se dedican a ayudar a otros que han sido enviados a una patria que ni siquiera conocen
11 de Septiembre 2017
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POR PATRICIA MERCADO SÁNCHEZ

Ana Laura López e Israel Concha son dos personas nacidas en México, aunque construyeron una vida entera del otro lado de la frontera. Tras ser deportados, perdieron todo en instantes; la familia, el trabajo, los amigos y su vida entera se desvanecieron en segundos ante los agentes migratorios de Estados Unidos.

Además del dolor de la separación familiar, Ana Laura e Israel tienen algo en común: no se rindieron ante las profundas adversidades vividas los últimos años y decidieron usar ese dolor y esas experiencias con el propósito de ayudar a otros deportados.

“Llegar a México es un shock para todos”, dice Ana Laura López, vocera y fundadora de la organización Deportados Unidos en la Lucha.

Para Israel Concha, director de Work Force y fundador de New Comienzos, el sueño americano también se puede lograr en México. “Aquí al menos tenemos libertad”, algo que nunca sintió en Estados Unidos por su condición de indocumentado.

De octubre de 2016 a junio de 2017 han sido deportados poco más de 28 000 mexicanos, y durante los ocho años de la administración de Barack Obama se llegó a la cifra récord de más de 2.8 millones de personas enviadas de regreso a México.

Y con Donald Trump las cosas no pintan nada bien.

“Estamos en una crisis humanitaria”, comenta Israel, quien junto con sus compañeros de New Comienzos y Work Force han apoyado a más de 3 300 personas.

Ana Laura y los otros seis miembros de Deportados Unidos en la Lucha visitan cada semana el Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México a fin de recibir a los deportados que, en muchos casos, llegan únicamente con una bolsa de plástico con una torta, una botella de agua y una naranja.

DEPORTADOS UNIDOS

Ana Laura López nunca pensó que un viaje que serviría para regularizar su situación migratoria en Estados Unidos se convertiría en una deportación exprés.

Tenía planeado regresar a México a fin de solicitar su residencia permanente, pero al llegar al aeropuerto perdió la protección de vivir en una ciudad santuario, como Chicago, y fue detenida por los Servicios de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).

En ese mismo instante, con el boleto que ella misma había pagado, fue deportada a México con un castigo de no regresar a Estados Unidos por 20 años. En un instante dijo adiós a sus hijos, a su pareja, a su vida y a su trabajo.

Regresó a un país que había dejado por no encontrar las condiciones necesarias para sobrevivir.
Luego de pasar por un proceso de depresión, tristeza y hasta vergüenza, Ana Laura se convirtió en fundadora y vocera de Deportados Unidos en la Lucha (DUL), y comenzó, junto con otros integrantes, a buscar los apoyos y programas que les permitirían autoemplearse y no depender de que alguien les diera trabajo.

“Somos discriminados por la edad”, comenta Ana Laura, a quien a sus 41 años le fue imposible conseguir un trabajo en México.

En Chicago trabajó en una organización que se dedica a defender los derechos laborales de los trabajadores, lo cual le dio la experiencia para formar el colectivo.
Ahora, DUL tiene su propio negocio, a partir de un programa de ayuda a retornados del gobierno de la Ciudad de México.

Deportados Brand es una microempresa de serigrafía que se dedica a la producción de impresos, y ya tiene su propia línea de diseños en camisetas.

“Nos dan el equipo en comodato por un año y tenemos que generar 21 000 pesos mensuales de ingresos”, cuenta Ana Laura, mientras Diego, Alejandro, Gustavo y Eleazar trabajan en la producción de un pedido especial que deben entregar a la mañana siguiente.

Gracias a un programa de radio donde participaron, una persona les rentó una parte de una vieja casa en la colonia Santa María la Ribera, donde tienen el taller de serigrafía, las oficinas de Deportados Unidos en la Lucha y un espacio para que dos de sus integrantes puedan dormir.

Un tema que los angustia y entristece a todos es la separación de sus familias.

Tener acceso a vivienda digna es uno de los objetivos del grupo, pues están convencidos de que es un paso básico a fin de lograr la reunificación de las familias.

Ahora, el grupo es más pequeño, pero consolidado.

Hay labores y objetivos comunes. Por lo pronto, no abandonarán a quienes semana a semana llegan en aviones deportados desde Estados Unidos.

NUEVOS COMIENZOS

Israel Concha llegó a Estados Unidos a los cuatro años y vivió allá 36 más. Desde muy pequeño supo su condición migratoria: era indocumentado.

Sin embargo, la vida siguió. Se graduó como administrador de empresas y empezó su propio negocio con una compañía de transportación en Texas, que daba empleo a ocho ciudadanos estadounidenses.

“Yo sabía que por mi estatus no podía tener un empleo, pero nadie te impide abrir tu propia empresa”, cuenta.

Un día, al conducir con exceso de velocidad fue detenido y encarcelado.

“Ahí empezó mi pesadilla”, relata Israel, quien ahora tiene sus oficinas justo frente al monumento a la Revolución, en un espacio de coworking.

Israel peleó su caso en las cortes migratorias de Estados Unidos durante dos años, mismos que estuvo preso en Centros de Detención; sin embargo, al final perdió el juicio. Así, de un día a otro se vio de regreso en un país que no conocía. Atrás habían quedado su familia, su hijo, su vida y su empresa.

Cuando llegó a la ciudad de México empezó trabajando en call centers, el sector que les ofrece a los deportados un empleo inmediato y con salarios no tan bajos.

Ahí, en la Plaza de la República de la capital, donde ha nacido el “pequeño L.A.”, Israel se dio cuenta de la necesidad de empleo, apoyo y ayuda emocional que tenían otros retornados. Entonces nació New Comienzos.

Con Work Force y New Comienzos, Israel se dedica a apoyar a dreamers, personas bilingües, repatriados y familias binacionales en situación de emergencia.

Mediante un sistema que busca palabras clave –creado por él mismo–, conecta a las personas que tienen necesidad de servicios con quienes necesitan un empleo. “Hemos podido ayudar a más de 3 300 personas”, cuenta Israel.

Lo que hacen Israel y su grupo de hasta 18 voluntarios es canalizar apoyo legal y psicológico, ofrecer clases de español gramatical, cultura e historia y certificaciones de inglés para el entorno laboral, en conjunto con el INEA, para repatriados y deportados. “Tenemos mucho que aportar a la sociedad mexicana”, dice.

Ahora Israel busca ampliar la presencia de New Comienzos, que considera ya una gran comunidad, con presencia en 12 estados del país.

Para Israel, en este momento hay mucho trabajo por hacer, pues a pesar de que se han reducido las deportaciones, familias enteras de mexicanos regresan por el temor de vivir la política antiinmigrante de Donald Trump.

Ana Laura e Israel son deportados, y ayudan a otros que, como ellos, llegaron a ese país desconocido que, según cuenta su acta de nacimiento, es la tierra que los vio nacer.

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