Luis recorre diario al menos diez kilómetros en su bicicleta, medio de transporte que lo lleva a su trabajo y a donde él quiera. También practica senderismo. Pensaba que ambas actividades le garantizaban una buena salud, pero el estrés y su mala alimentación acabaron con esa ilusión.
A sus 45 años, un dolor en el lado izquierdo del pecho lo llevó a visitar la clínica de salud del Seguro Popular que le quedaba cerca, en la colonia Los Reyes Culhuacán, al sur de la Ciudad de México. Allí, un doctor le dijo que todo era por el estrés. Cuatro meses después, una cortada lo llevó a atenderse con una doctora en una farmacia de su colonia y aprovechó la situación para platicarle de aquellos malestares que nunca desaparecieron y que incluso se habían extendido a todo el brazo izquierdo.
—No sé qué me está pasando, pero siento unos piquetes, aquí, donde está el corazón. Me duele —, le dijo.
—El corazón no duele—, respondió la doctora.
—Bueno, se siente un vacío, como cuando lloras mucho y luego suspiras, sientes un vacío, como que te oprimen.
No estaba enamorado, nadie le había roto el corazón. Luis creía que eran síntomas de la contaminación, pero el electrocardiograma reveló la mayor sorpresa: había sufrido un microinfarto. La doctora le ordenó cambiar sus hábitos y, sobre todo, disminuir el estrés.
Ahora, Luis Ávila forma parte de las estadísticas de México, un país donde las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte.
MÉXICO SE INFARTA
El Instituto Nacional de Salud Pública revela que 250 mil personas mueren al año en nuestro país por estos padecimientos. Sin embargo, la señal que prende los focos rojos para las autoridades es que las víctimas mueren a una edad altamente productiva.
Los médicos ya no solo buscan que sus pacientes vivan más, sino que vivan mejor. A pesar de sus esfuerzos, siguen sin alcanzar esos objetivos, reconoce José Manuel Enciso, presidente de la Asociación Nacional de Cardiólogos de México.
El estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sobre los sistemas de salud en México (2016), revela que las muertes por padecimientos cardiacos bajaron solo 1 % desde 1990, en contraste con la reducción de 48 % en otros países de esta organización.
“La atención de las enfermedades tienen costos muy altos e insolventes para el Gobierno. Los sistemas de seguridad social no tiene los recursos suficientes para atender las necesidades de los pacientes”, afirma Enciso.
El Presupuesto de Egresos de la Federación 2017 propone un recorte de 7.8 % al sector salud. De 132 mil 216 millones 881 mil 794 pesos que le asignaron en 2016, ahora recibirá apenas 121 mil 817 millones 532 mil 748 pesos. Y no solo eso, el programa de prevención y control de sobrepeso, obesidad y diabetes tendrá un ajuste a la baja del 21 por ciento.
Luis tampoco tiene mucho presupuesto destinado a su salud. Apenas hace dos semanas que cuenta con un servicio de seguridad social, pues antes no tenía un empleo formal, y en su dieta no incluye carne roja porque no le gusta, pero también porque “está cara”.
Malos hábitos nutricionales, alto consumo de calorías, sal y grasas, una vida sedentaria y el estrés son consecuencias de la urbanización de la sociedad, afirma el doctor Enciso, y también sabe que este estilo de vida repercute directamente en los factores de riesgo para presentar síntomas de una enfermedad cardiovascular.
“Estas situaciones predisponen a enfermedades como hipertensión, diabetes, colesterol elevado”, y por ello es que pide a las autoridades que elaboren políticas públicas a fin de mejorar el estilo de vida de los mexicanos.
El presidente de la Asociación Nacional de Cardiólogos de México sugiere que se aumente aún más el impuesto a la comida chatarra y a las bebidas endulzadas.
En enero de 2014 se incrementó un peso el impuesto y, de acuerdo con la Asociación por la Salud Alimentaria, se redujo 6 % el consumo de estos productos, aunque en diciembre del mismo año el panorama volvió a ser triste pues el consumo aumentó al doble.
A esta batalla se le suman las empresas privadas que elaboran esos comestibles. En 2015, el diario The New York Times reveló que Coca Cola financió a la organización Global Energy Balance Network, compuesta por un grupo de científicos que afirmaban que la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares no están vinculadas con lo que se come, sino con la falta de ejercicio.
En México, parte de estos científicos realizaron el foro Evidencia Actual en Edulcorantes y Salud, con el objetivo central de señalar que las bebidas azucaradas no tienen relación con el sobrepeso y la obesidad, que los impuestos a estos productos no funcionan y que estas bebidas tampoco tienen relación con las enfermedades cardiovasculares.
CAMBIOS DE VIDA
Luis Ávila ahora sabe que debe seguir un tratamiento de por vida, pero él se niega a tomar las pastillas. En marzo de este año acabó un tratamiento y desde entonces no toma medicamento alguno. Cree que con solo cambiar sus hábitos mejorará el estado de su corazón.
Pero su economía todavía es precaria, por lo que incluye en su dieta hasta dos tortas de tamal que a veces ingiere después del mediodía o más tarde, según el ritmo de sus actividades. Unas gorditas fritas en manteca aún le son irresistibles, aunque sabe que debe cambiar esos hábitos porque su cuerpo lo pide, su corazón lo pide. Ahora se alista para ir a una nueva revisión y espera que su corazón ya no esté tan resentido con su estilo de vida. A veces niega haber postergado la visita al médico, pues engañar a otros es fácil; mas engañar a su propio cuerpo, imposible.