Por: Alejandra del Castillo
La tierra cimbró y la vida no fue la misma. Nosotros no somos los mismos desde entonces.
Todo venía por olas: querer recobrar la calma y volver al segundo antes del sismo, nuestro optimismo adelantado nos quiso hacer creer que todo estaba bien, pero el golpe a la conciencia no fue clemente y había que reconocer los daños. El derrumbe también fue interior y al tiempo de pasmo, al tiempo de duelo, se le sobrepuso el efecto movilizador de la solidaridad: salir a la calle, buscar a los nuestros y conformar esta cadena humana de acciones que soportan una ciudad que no va a dejarse morir bajo ningún escombro.
Después del sismo del 19 de septiembre de 2017, Alex Montes llegó al negocio que había montado con su socio Askari Mateos hace cinco años, un restaurante de tlayudas en la calle de San Luis Potosí en la Roma y confirmó los daños: las cuarteaduras por dentro y por fuera, las ventanas nunca más volvieron a cerrar. Protección Civil acordonó y eso marcó para ellos el final de una era.
En otro extremo de la ciudad, la publicista Andrea López caminó tres horas para poder llegar a casa y mientras pensaba a donde ir, trataba de dar forma al funcionamiento de los lugares comunitarios en casos de emergencia, esos sitios que permiten hacer comunidad y que son punto de reunión para la gente que no quiere estar en casa, pero tampoco en el desamparo de la calle. En su camino a casa no se le ocurrió ninguno a donde poder llegar.
Y no es que no existan estos lugares, porque la ciudad respondió y esos sitios que siempre han estado ahí, se dejaron ver.
La ferretería Materiales del Parque en Sonora y Álvaro Obregón, donó equipo para las labores de rescate del edificio que se acaba de derrumbar a escasos metros del establecimiento.
Atravesando Insurgentes, los tacos de Álvaro Obregón estaban listos para empezar a operar cuando el dueño, Avelino Rodríguez, les propuso a todos sus empleados llevarse un trompo de 60 kilos para convidar y compartir tacos al pastor a los brigadistas en el Parque México. Todos los que laboran ahí lo asumen así: fue una decisión de equipo, todos dijimos que sí.
Un trompo no fue suficiente y la misma escena se repitió frente a Álvaro Obregón 268 con los taqueros del turno nocturno.
La solidaridad y el ejercicio de hacer comunidad se visibilizó de muchas formas: todos sacaron las cubetas de casa, de las ventanas colgaban extensiones para cargar los celulares, en los balcones se asomaban mantas que indicaban un baño disponible, la comida pasaba de mano en mano y hubo quien no olvidó llevar café caliente para pasar la noche.
Las regaderas de los gimnasios abrieron sus puertas a los brigadistas, los restaurantes se convirtieron en comedores comunitarios y nacieron las brigadas más creativas.
La Brigada Lavandería se encargó de lavar la ropa donada como se hace en casa y Tejiendo tapetitos se organiza de forma autogestiva en todo el país para tejer colchonetas con bolsas de plástico.
Las brigadas en motocicleta o en bici no pararon de dar vueltas por la ciudad. Sin importar cargamento, distancia o punto de encuentro.
México estaba pensando en todo y el mensaje era claro: esto es lo que tengo, esto es lo que doy.
La reconstrucción de este país apenas empieza y #HagamosBarrio alude a la memoria colectiva. La etiqueta la inició Andrea López cuando comenzó a documentar vía redes sociales los sitios que no podemos olvidar, los mismos que se tendieron para que nos agarráramos de ellos. #HagamosBarrio significa la procuración y reconstrucción de nuestros barrios, de los espacios que salieron a cobijarnos y fueron punto de reunión para hacer comunidad.
La iniciativa se suma al mapa colectivo de Google, a las aportaciones individuales que han conformado listados con todos los sitios que participaron como referencia en medio del desastre y como una urgencia por mantener las redes de apoyo.
El efecto de la solidaridad considera una operación que suma en la reunión de los esfuerzos personales, los pequeños establecimientos y las grandes empresas, como en el caso del restaurante de comida oaxaqueña Comixcal en Santa María la Rivera.
Comixcal contabilizó el acopio de 140 toneladas de donación para movilizarlo a 20 municipios del Istmo de Tehuantepec. Concentraban los donativos y los canalizaban con un seguimiento de seguridad hasta su entrega al arribo de las comunidades. El último envío lo transportó un camión de Bimbo con 25 toneladas.
Y esto no ha terminado. La resiliencia que corresponde a nuestro estado de resistencia, construcción y reconstrucción responde a no soltar ninguna iniciativa.
Don Enrique está de pie con su burro de planchar en la esquina de Concepción Béstegui y Yácatas en la Narvarte Poniente, perdió su tintorería y planchaduría el día del sismo. Se ocupa en empezar de nuevo y cobra 108 pesos la docena de ropa planchada. En esa misma esquina quedaron inhabilitadas dos estéticas, una tiendita de barrio y un negocio de cochinita.
En la calle de Coahuila número 138 en la frontera de la Roma Norte, una galería cedió su espacio para conformar el proyecto Boutique con causa. A sus puertas se recibe la donación de ropa para oficinistas, se clasifica y se cuelga como en un aparador. No es fácil acercarse y la gente acude con vergüenza, saberse damnificado no produce un sentimiento sencillo. Sin embargo, la experiencia resulta transformadora. Eligen la ropa a su gusto y salen contentos de ahí. Magaly, una joven violinista proveniente de una familia de músicos que lo perdió todo y que será recordada por tocar su violín al pie de su edificio en medio del colapso, encontró en un vestido de noche la oportunidad de cumplir un compromiso para un recital.
Aida Mulato, gestora cultural y parte del proyecto Jóvenes artesanos, dice que la reconstrucción es parte del aprendizaje por el bien común y ahora trabaja por el proyecto #VaporlaRoma. Son nueve iniciativas las que se reúnen por reactivar la economía de la zona y promover el consumo local. Esto contribuye a la seguridad del barrio llenándolo de color, tradición y arte a través del muralismo; quieren devolver la vida a las calles y las redes de trabajo y apoyo mutuo pretenden sostener 400 empleos de vecinos, emprendedores y pequeños productores de comunidades afectadas.
Askari y Alex recuerdan sacar las cosas del local de las tlayudas con lágrimas en los ojos. Recuerdan los días en que el asombro y el anquilosamiento los consumieron. Recuerdan encontrar señales de saqueo en el negocio aún con el edificio a medio colapsar. Recuerdan aceptar la experiencia, vivirla y empezar a actuar. Los días no han sido fáciles, pero ya están activándose en Mother Comedor en Querétaro 116, donde además de cocinar, han montado una esquina con productos que les ayudan a capitalizarse: salsas, conservas, chocolate, café y mezcal de pequeños productores de Oaxaca. Su comunidad no los suelta, están haciendo barrio.
Van a empezar de nuevo Las tlayudas, van a conservar a sus empleados, van a volver con los proveedores del mercado que ya los extrañan y van a volver a cocinar como todos los días antes del fin.
En cada uno de nuestros espacios caben muchos Méxicos por levantar y #HagamosBarrio significa que mientras estemos aquí, no los vamos a soltar.