En un país donde sólo 3 % de los hijos de mamás trabajadoras se quedan bajo el cuidado del padre, es raro ver que los papás asuman roles que “tradicionalmente” están asignados a las mujeres
En México, hay 796 000 hogares que son encabezados por un papá, según datos del Consejo Nacional de Población; de esa cifra, 25 000 son separados o divorciados, 42 000 sufrieron algún tipo de abandono y 495 000 son viudos. Yo no estoy en ninguna de esas situaciones.
En realidad, soy una parte extraña de la estadística. Hace casi ocho años me convertí en papá por primera y única vez. Desde entonces, los ingresos en mi hogar provienen lo mismo de mi trabajo que del de mi esposa, así que ambos encabezamos el hogar por partes iguales en lo económico y en lo familiar.
Ambos trabajamos desde casa (no somos “godínez”, pues), por lo que debemos coordinar horarios para llevar y recoger a nuestro hijo de la escuela, revisarle la tarea, y a veces uno tiene que encargarse de todo cuando el otro está de viaje o debemos alternar turnos para cuidar a nuestro hijo cuando está enfermo.
Aunque esto se ha dado de manera natural (nunca hubo otra opción), hay familiares y conocidos a los que todavía nuestro estilo de vida les parece algo atípico, igual que el niño haya ido a una guardería de la que salía hasta las 19:00 horas o que haya aprendido desde pequeño a guardar silencio cuando yo estoy haciendo una entrevista telefónica o mi esposa tiene una junta por Skype.
Pero esta dinámica no ha podido ser del todo exitosa. Por ejemplo, en el mundo laboral, me he encontrado con situaciones en las que resulta que se cree que el cuidado del hijo no es tarea del hombre, sino de la mujer.
Es más, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) no contempla en la estadística que ambos padres compartan la jefatura de un hogar, siempre debe ser un hombre o una mujer, nunca ambos. Así, para la institución que se hace cargo de los censos en este país, la equidad de género en las familias simplemente no existe.
¿Quién cuida a los críos?
Por alguna razón que nunca entenderé, en México los niños no van a clases el último viernes de cada mes. Mientras estaba en un proyecto que debía cumplir de manera presencial, debía quedarme a trabajar desde casa ese día porque no había nadie más que cuidara al crío. Eso provocó que recibiera constantes llamadas de atención de parte de mis jefes, hasta que un día me advirtieron: “Tienes que solucionar eso”.
Me sentí como un “bicho raro” porque quienes me lo pedían eran personas con hijos. ¿Ellos nunca padecieron una situación similar?… pues parece que no.
Un sondeo realizado por la Procuraduría Federal del Consumidor (en el cual también asumen que el cuidado de los hijos solamente es responsabilidad de la mamá) concluyó que 77 % de los niños cuyas madres trabajan se queda bajo el cuidado de sus abuelos después de la escuela. Por cuestiones geográficas y de edad de los abuelos de mijo, esta “solución” está descartada para mí.
El mismo estudio reveló que 14 % de los niños son cuidados por otro pariente mientras su madre trabaja, 2 % por algún hermano y 1 % por vecinos. Tampoco aplican esas “soluciones” para mi familia.
Pero el siguiente resultado es el que se parece más a cómo me veían esos jefes y otras personas: sólo tres de cada 100 de esos niños son cuidados por la pareja de la madre que trabaja. Es decir, soy un caso extraño porque prácticamente ningún hombre se queda a cuidar a los niños.
No nos ven igual
Un día, mientras mi hijo estaba en el curso de verano y mi esposa andaba de viaje, fui a cubrir una conferencia de prensa donde vi a un par de reporteras que llevaban a sus hijos, lo que me inspiró a hacer lo mismo y, de esa manera, no tendría que cancelar ningún compromiso.
Así que, desde entonces, mi hijo me ha acompañado a juntas, coberturas de eventos, entrevistas, inauguraciones y presentaciones de todo tipo (claro, a las que sea apto llevarlo). Pero mientras mi caso resulta “especial” y hasta “tierno”, he notado que para algunas de mis compañeras reporteras o de mi esposa, llevar a su hijo al trabajo es una especie de “irresponsabilidad”.
Y eso es algo que no entiendo, porque en México, de acuerdo con la Secretaría del Trabajo, casi 20 millones de mujeres trabajan en una actividad remunerada, de las cuales, casi tres cuartas partes (14.7 millones) son madres. Cosas raras (e inexplicablemente estúpidas) de la sociedad mexicana.
Des-pa-ci-to
Es cierto que en los últimos años se generaron algunas mejoras. Por ejemplo, se ha avanzado en la creación de políticas de “permisos de paternidad” o, en algunas entidades como la Ciudad de México (donde hay alrededor de 150 000 hogares sostenidos por el papá), los padres solteros podrán tener algunos beneficios que antes sólo eran pensados para las madres (no soy padre soltero, pero lo aplaudo).
Otro cambio que he podido constatar es el mayor número de baños de restaurantes o centros comerciales con cambiador para bebés en el sanitario de hombres. Cuando mi hijo era un bebé eso sí que fue un problema para mí, igual que lo fue para Ashton Kutcher, quien lanzó una campaña muy sonada hace dos años para que hubiera cambiadores en los aseos masculinos.
Entonces, si las leyes y la infraestructura cambian, es urgente modificar también la mentalidad de las personas que todavía juzgan a una mujer que lleve a su hijo a la oficina porque no tiene dónde dejarlo o no asista a todas las juntas y reuniones de la escuela debido a sus compromisos laborales.
Tampoco debería pasar que cuando mi esposa salga de viaje me pregunten “¿Y con quién se va a quedar tu hijo?”, o que las circulares de las escuelas estén dirigidas a destinatarios como “mamita”, o que en las canciones infantiles que entonan los niños en el kínder tengan frases como “la cocina de mamá”. ¿Dónde quedamos los que intercambiamos roles?
No fumo pipa ni uso corbata. Yo le preparo a mi hijo el desayuno y me quedo con él en las vacaciones. Los estereotipos del “papá tradicional” y hasta los de “familia tradicional” son muy extraños para mí todavía. Algo debe cambiar