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Otras formas de vivir

Juan Carlos Loyo encontró la forma de que la arquitectura mejore la vida de muchas personas que, a su vez, han trazado poco a poco el camino de su transformación personal
17 de Julio 2017
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PorCONSUELO PAGAZA

Al entrar a la casa de Juan Carlos, es inevitable que la vista no se desvíe hacia cada rincón de sus habitaciones. Resaltan los inmensos cuadros que cuelgan en las paredes, los muebles hechos con material reciclado y diseñados por él mismo. Los colores y texturas invitan a la contemplación, a  permanecer en este lugar. Al fondo lo esperan, pacientes, sus materiales de trabajo, entre ellos la pila de libretas con los diseños hechos en uno de los proyectos más inspiradores: el Programa VACA.

VACA (Veranos Aprende Construye y Ayuda) es una asociación civil, fundada en el 2013 por los arquitectos Juan Carlos Loyo y Sara Márquez, con la intención de crear una plataforma de encuentro entre voluntarios universitarios, profesionales de la arquitectura y comunidades rurales, la cual tiene como enfoque la mejora habitacional y de infraestructuras con el propósito de enfrentar la pobreza multidimensional en diferentes territorios.

Juan Carlos, arquitecto de profesión y amante de las artes, desde distintos frentes siempre ha buscado crear procesos a fin de “generar círculos de abundancia y desarrollo en comunidad”, por ello ha empleado la arquitectura como herramienta y no como fin, así encara los problemas del país, como la pobreza.

En el 2007 era aún estudiante de arquitectura en el Tecnológico de Monterrey y formaba parte de un grupo especial de diseño. En aquellos días, fue aceptado para realizar prácticas en Londres, Inglaterra, durante un par de meses y ahí se le presentó un fuerte cuestionamiento personal: “Pensé, ¿eso qué tiene que ver con México, con el tema rural?, mejor me voy a la India con SANGATH bajo Balkrishna Doshi en Ahmedabad, un grande de la arquitectura, con el propósito de trabajar sobre el fenómeno de la pobreza habitacional, en los casos de los asentamientos habitacionales precarios en la ciudad de Slum”. Así que cambió el rumbo de su viaje y de su vida.

Sin duda, lo aprendido, visto y vivido en India lo motivó a regresar a México, no sólo para graduarse, sino a fin de desarrollar una arquitectura que en el fondo fuera una plataforma de generosidad y no de exclusividad.

“Me di cuenta de que la arquitectura que nos enseñan en las universidades, no toca temas como la (vida en) comunidad, la sustentabilidad o la pobreza. Encontré un nicho diferente que no estaba siendo explorado, que es la arquitectura comunitaria, es decir, la cooperación como modelo de desarrollo humano y el uso eficiente de todos los recursos con el propósito de buscar modelos asequibles a fin de llevar la arquitectura a servir a las personas”, este planteamiento fue la semilla para lo que hoy es VACA.

 

VOLUNTARIOS CREATIVOS

El programa VACA invita a voluntarios que bien pueden ser estudiantes de arquitectura, diseño e ingeniería, o simplemente “cualquiera que en verano quiera construir en comunidad” con el propósito de entender el marco de la pobreza en términos rurales en un programa de 20 días a fin de construir un espacio comunitario o productivo para diferentes zonas del país.

Este programa emplea un modelo de construcción y diseño participativo con una visión de inclusión de género para el empoderamiento constructivo, mediante la recuperación de técnicas vernáculas de construcción sustentable empleando materiales originarios de la zona, con la finalidad de conservar y mejorar las comunidades rurales e indígenas.

Con el propósito de realizar este programa, es importante el Diagnóstico clave, cuyo objetivo es determinar si se puede entrar o no al lugar. Las visitas en las comunidades son técnicas, sociales, de mapeo del terreno, pruebas de materiales, los suelos y el clima, “tenemos que tener la disciplina de entender qué estamos haciendo y qué vamos detonar, entender las condiciones en las que vive la gente, sobre todo en las poblaciones más vulnerables así como las dificultades para poder mantenerse”.

Cuando el diagnóstico del proyecto es favorable, comienza el diseño de la infraestructura colectiva, el centro comunitario, con la intención de que tenga un impacto en toda la comunidad. Posteriormente, si requieren algo más específico, se comienza con proyectos localizados; justo el programa está en la etapa de desarrollar un programa de vivienda rural, el cual consiste es crear pequeños clúster, con la intención de que la comunidad crezca a la par sus viviendas.

El segundo paso es estar ahí: el trabajo del arquitecto tiene que ser de campo, con la finalidad de elaborar los diseños junto a las personas y responder realmente a las necesidades, empleando los recursos con los que cuente la comunidad y recuperando las técnicas vernáculas originarias de la zona. El programa quita a los intermediarios a fin de que el diseñador pueda generar “un uno a uno” con el usuario.

En el diseño está la estética, fundamental para generar apropiación; “no significa que deba ser costoso, a las personas nos gusta vivir en espacios bellos, que te sientas cómodo, las familias ven que su espacio es tan bonito como lo que han visto en otros estratos”.

Con la finalidad de lograr una apropiación completa de la técnica, los estudiantes aprenden a tener confianza en  ella y utilizarla más adelante, mientras se percibe cómo la comunidad recupera sus técnicas vernáculas, de esta manera se genera un círculo virtuoso cuyo objetivo es que estas prácticas sobrevivan a largo plazo.

Este trabajo se financia a través de “cualquiera que desee apoyar” en especie o monetariamente mediante diversas actividades previas que organiza el equipo de VACA, como subastas, fiestas o donaciones por Internet, todo ello a fin de recaudar fondos que serán usados en la trasportación de los voluntarios, estancia, comida, equipo así como en el material más básico para la construcción.

 

IMPACTO SOCIAL

En mayo y junio de 2017 se construyó un centro comunitario huichol, “La Cebolleta”, en la sierra de Jalisco, el cual benefició a 150 familias huicholas dedicadas a la agricultura y la artesanía, y en donde se capacitará a 25 voluntarios mayores de edad para construir con materiales naturales.

Hay muchos resultados positivos en la implementación del programa, como es la disminución de costos por metro cuadrado. Mientras el costo estándar en una construcción va de los 2 700 a 3 200 pesos por metro cuadrado, VACA logra hacerlo con 980 pesos, aproximadamente. Estos costos incluyen alimentación y transporte de los voluntarios, sin embargo, cuando los integrantes de las comunidades aprenden a construir ya no necesitan costear esos gastos, porque ya pueden edificar por sí mismos.

“Nosotros no hacemos asistencialismo, nuestro proceso es muy diferente, se tienen que involucrar a toda la comunidad, por ello intentamos regresar el poder de hacer arquitectura a las personas”.

Son muchas las personas que se involucran en el programa VACA, pero en las comunidades son las mujeres las que muestran mayor interés en aprender, en enfrentar la pobreza habitacional, cambiar su realidad y empoderarse, “construir es un aspecto que socialmente se les ha negado a las mujeres, no tienen voz sobre cómo se define su hábitat, en el programa es lo contrario” pues los hombres, al ver lo que se está logrando, se acercan a colaborar, “la arquitectura empieza a transformar la relación mujeres- hombres. Por otra parte también hay mucha participación de la comunidad LGBT”, me comenta Juan con una gran sonrisa.

Al conversar con él, el tiempo pasa desapercibido, es mucha la experiencia que comparte, así como sus ganas y tenacidad en proyectos como el Programa VACA que generen un bien común a largo plazo. Antes de concluir la plática, hace hincapié en invitar a los arquitectos a encontrar un nuevo modelo de desarrollo profesional, en el que sean detonantes del desarrollo humano.

“No se trata de salir en las revistas con el edificio gigante, la alberca que vuela por no sé donde, toda la tecnología y elegancia, los materiales más fresas, hay un montón de gente que necesita  nuestro conocimiento para cambiar su hábitat. Todo este proceso nos cambia a nosotros de regreso, es un trabajo muy bello que me hace ser muy feliz”.

Mientras nos despedimos, Juan Carlos, de manera entusiasmada, me sigue contando sus planes, entre ellos está que si el diagnóstico es favorable, hay posibilidades de implementar, por segunda ocasión, a finales de este 2017, el Programa VACA en otra comunidad del país, aunque prefiere no contarme más detalles hasta que sea un hecho, así que me invita estar atenta en los siguientes meses.

 

beneficios reales

El Programa VACA se ha desarrollado satisfactoriamente en comunidades dentro y fuera de México, y ha logrado beneficiar a cerca de 1 600 personas.

Izúcar de Matamoros, Puebla (2013).

Sta. María de Cocos, Sierra Gorda Querétaro (2014).

Zinacantán, Chiapas (2015).

Amatenango del Valle, Chiapas (2016).

Londor, Chengalpattu, India (2016).

Sierra de Jalisco (mayo 2017).

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