Periodismo imprescindible Sábado 21 de Diciembre 2024

¿Para cuántas patrias te alcanza el amor?

El patriotismo se vive distinto en cada familia. Aquellas que están formadas por miembros de diferentes nacionalidades han aprendido que el corazón es lo suficientemente grande como para que este sentimiento no tenga que ver sólo con el lugar donde se ha nacido
10 de Septiembre 2017
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POR MIRIAM CANALES

La patria tiene muchas aristas, una de ellas resalta al procrear y criar una familia de diferente nacionalidad; el compromiso y el reto se vuelven mayores para los padres y a la vez más beneficiosos, en voz de algunos. Tanto extranjeros como mexicanos que radican en diversos puntos geográficos comparten en estas líneas su historia.

“En esta familia cada quien nació en otro país. Hemos vivido en varios países donde tenemos buenos amigos. Vivir esas experiencias, ser extranjero, te reduce a lo esencial, reconocerte como un ser humano con aspiraciones parecidas a las de los demás a pesar de tener cultura, lengua y religión diferente. Viajar te ayuda a ser más lúcido y crítico hacia tus propias convicciones”. Menciona la periodista alemana Sandra Weiss, quien se ha asentado en México desde 2009. Originaria de la ciudad de Stuttgart, su paso itinerante la ha llevado a distintos rincones del mundo donde conoció a un colega salvadoreño, con quien se casó. De ese matrimonio han brotado dos hijos: un venezolano y una mexicana. Hoy todos radican en la ciudad de Cholula, Puebla.

En esta familia multicultural convergen usos y costumbres latinos y teutones por igual dentro de una sociedad mexicana, con todo y sus claroscuros. Como en todas, tienen un gran peso las actividades cotidianas, como la escuela a la que se acude, hacer la tarea, pero con unos ligeros contrastes a la usanza alemana: “He notado que en México es más importante a qué colegio vas y con quién te rodeas. Es más una sociedad clasista. La alemana es una meritocracia, importa tu esfuerzo”. Menciona Sandra. Para ella, a diferencia de otros padres que se sientan junto a los niños a compartir las encomiendas escolares con el propósito de ayudarles a obtener una mejor calificación, eso es irrelevante, prefiere dar prioridad a otras prácticas que considera más provechosas. “Yo jamás la hice, me parece contraproducente. Si no entienden algo, les explico, pero yo nunca escribí ni una sola palabra. Soy exigente con el desempeño escolar de mis hijos. Y también les doy mesada (domingo), aunque les exijo que ellos la administren”.

Con el contraste de la idiosincrasia latina, sus hijos encuentran en su madre una figura distinta: “Me dicen ellos que soy una mamá diferente de las latinas. Les doy más libertad, pero también les exijo responsabilidad. Eso sí, me encanta leerles cuentos en la noche para dormir. Me encanta la naturaleza y les fomento las actividades al aire libre. Creo que todo eso es muy alemán”.

La historia de Luz y Petr oscila entre la ciudad de Torreón, Coahuila, y Gómez Palacio, Durango, donde ella ejercía dentro de la administración hotelera y él en una fábrica de televisores durante una época de bonanza Foxista en la región. Sus vidas coincidieron en el hotel donde ella laboró, y donde él había sido asignado para su hospedaje temporal. Ella es oriunda de la comarca lagunera y él, de la República Checa; vivieron una relación a distancia durante un lustro. Con vaivenes entre un país y otro, desencuentros y un romance firme, concretaron su matrimonio a principios de 2006 en la República Checa. Posteriormente, emigraron a Gran Bretaña. Hoy, con dos hijos varones en edad preescolar, han aprendido a convivir en tres culturas e idiomas: español, inglés y checo, los cuales su primogénito articula con gran habilidad, mientras que el pequeño intenta comprender con ahínco dentro de un contexto británico.

En su hogar, al norte de Londres, la mexicanidad se hace presente en los viajes que la familia de Luz realiza para visitarla, alternados con los paseos que la familia hace a la cercana República Checa, además de su afición por el equipo de futbol Santos Laguna y la insoslayable comida mexicana que conforma su menú cotidiano.

“Entre otras cosas, nosotros hemos aprendido a apreciar las cocinas de ambos países. Al principio fue muy difícil, más que nada porque a veces alguna de las dos partes podía ofenderse si la comida no era del gusto del otro. Hasta cierto punto precisamente por eso nuestra comida diaria tiende a ser una mezcla de las dos cocinas e internacional”.

Otro matrimonio peculiar es el conformado por otro joven lagunero: José Juan Zapata y una regiomontana: Jessica Jaramillo, esta última criada en un ambiente zacatecano. En 2013, gracias a una maestría, emigraron a Buenos Aires, Argentina, donde continúan establecidos. Han transcurrido cuatro años de su periplo donde nació una bebita llamada Natalia. José Juan narra su testimonio así: “Para mí, la patria es un asunto complicado, pero ciertas cosas, ciertas comidas, ciertos lugares, ciertas personas, ciertas hablas, son lo verdaderamente valioso y querido. Son mi patria personal. Y por ende, hay veces que siento que es más importante mi norteñidad que mi mexicanidad”. Todavía considera prematura su paternidad como para orientar a su primogénita.

Aunque está muy consciente de que esta dualidad repercutirá en ella: “Tal vez Natalia se sentirá a largo plazo más mexicana o más argentina. Los dos países tienen cosas positivas y negativas. Pero al final, Argentina y México no son lugares tan distintos. Lo que sí es que los porteños (los habitantes de Buenos Aires capital) tienen un temperamento muy fuerte, frontal y directo; es un temperamento diametralmente opuesto a la manera de ser de los mexicanos. Por eso a mucha gente allá no le simpatizan los argentinos”.

Con respecto a cómo avizora el futuro de su hija, su madre Jessica narra con base en su experiencia personal: “Cuando mi familia y yo regresamos a vivir a Monterrey ya estaba muy acostumbrada a Zacatecas y fuimos otra vez tratados como foráneos. Me costó mucho readaptarme y nunca dejé de sentirme que no era ni de aquí ni de allá. Pienso que eso le pasará a Natalia, pero en un grado mayor, y espero que no nos odie demasiado cuando empiece a extrañar a los abuelos y los tíos en México. Sin duda, es una crisis que se supera y que te da más de lo que te quita. Entonces confío en que, si nos quedamos en Argentina, cuando sea adulta habrá llegado a conciliar estos dos mundos y enriquecerse de ambas culturas”.

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