¿Sabes de dónde provenía el último marisco o pescado que consumiste?, ¿te aseguraste de que verdaderamente fuera el tipo de pescado que indicaba el menú? Son preguntas que como comensales y consumidores de productos alimenticios con origen en el mar nunca nos enseñaron a hacer, pero resultan cruciales si deseas disfrutar alguno de ellos.
Claro que como comensales preferimos omitir esta parte en la que los pescadores cada vez deben alejarse más de las costas con el propósito de conseguir peces, que la cantidad suele ser menor y la calidad peor, que los tamaños disminuyen y que, a veces, usan redes de arrastre para lo que “caiga” y regresan los especímenes muertos que no vendieron.
Y aunque organizaciones como Greenpeace en México han señalado que hacen falta políticas pesqueras que mantengan un sano equilibrio económico, ambiental y social, ya hay iniciativas que no esperaron a estas regulaciones oficiales.
Una de ellas es Smartfish, una asociación que trabaja con las cooperativas pesqueras a fin de enseñarles prácticas sustentables, y con los chefs de restaurantes o resorts para que lleven platillos de calidad y auténticos.
“Cuando vamos a un restaurante nunca preguntamos de dónde viene nuestros productos marinos, cuándo lo capturaron, la forma en que lo guardan, si es fresco o congelado. Luego te dicen que es un pescado, y en realidad es otra cosa”, me cuenta Lorena Luna, coordinadora de desarrollo empresarial de Smartfish.
Si bien ha sido difícil mostrarles a los pescadores a optar por esta actividad de forma artesanal y con el menor impacto ambiental, al final han estado en toda la disposición de aplicar estas técnicas de manera que les beneficie monetaria, ambiental y socialmente.
“Es mucho más trabajo para ellos y es muy difícil que visualicen esto, porque en las comunidades pesqueras piensan que entre más, mejor. Es difícil que puedan visualizar el impacto, pues su visión es a muy corto plazo. Ha sido mucho trabajo en cuestión de concientización, pero al final ellos lo pueden ver y genera orgullo sobre ellos”, dice Lorena.
Las causas de la sobrepesca son varias: aumento en la población mundial, incremento del poder adquisitivo en los países emergentes, mayor atención al atractivo nutricional del pescado, falta de regulación en la actividad.
Y aunque parece una situación muy lejana, la sobrepesca ya terminó con la población de callo de hacha en la comunidad El Manglito. Los pescadores de la zona tuvieron que trabajar 10 años con la cooperativa con el propósito de tener sus reglas internas de vedas hasta generar nuevamente el producto y venderlo. Se tardaron casi tres años en cultivarlo, y ahora tienen la nueva cosecha, así como concesiones para ser los guardianes.
Mas el negocio en general funciona diferente para algunos, como me explica Lorena, pues cada producto que llega a la mesa y que consumimos pasa más o menos por 6 o 9 intermediarios. “El pescador no conoce dónde termina su producto y viceversa, el consumidor no sabe de dónde viene su pescado y a lo mucho sabe el estado”, comenta Lorena.
Con Smartfish, los pescadores pueden asegurarse de que sus productos premium sustentables llegan a ser cocinados por chefs sobresalientes hasta en la Riviera Maya, todo bajo la certificación del fair trade que paga a los productores por arriba del precio del mercado, y que además les regresa el 5 % de todas las ventas generadas en los establecimientos.
Ahora, Smartfish tiene su propia tienda, la primera en México en vender productos sustentables con origen del mar y se encuentra en la calle Ámsterdam, colonia Condesa, en la Ciudad de México. Distribuyen sus productos en supermercados de la Ciudad de México, Baja California Sur, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Morelos, Puebla, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Querétaro, Tlaxcala y Veracruz.