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Soñador gringo en México

Bismarck Lepe, uno de los empresarios de tecnología más exitosos, nació en Estados Unidos, aunque sus padres llegaron allí hace más de 30 años tras el sueño americano. Hoy la historia va en reversa
20 de Marzo 2017
Especial
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Por Patricia Mercado Sánchez

“Ahora el sueño americano está en México”, dice seguro Bismarck Lepe, uno de los empresarios de tecnología más exitosos, nacido en Estados Unidos, pero hijo de inmigrantes mexicanos que hace más de 30 años perseguían el sueño americano en ese país.

“México es el país de la oportunidad, del crecimiento; los jóvenes están preparados”. Traer sus empresas a México no fue producto de sus raíces mexicanas, sino del consejo experto de un consultor que hizo un estudio alrededor del mundo con la finalidad de encontrar lugares con potencial para la Industria de Tecnología.

“Un día llegó y me dijo: ‘Sabes, creo que México está muy interesante, hay talento, el promedio de edad es bajo, la economía sigue mejorando, el Gobierno está mejorando y está muy cerca de California’ ”.

Un año después conoció a dos emprendedores –Adalberto Flores y Vidal González– quienes buscaban levantar fondos en California, lo cual era muy difícil. Los invitó a trabajar en Oolaya, y fueron quienes después abrieron las oficinas en Guadalajara.

“Ahí sí aprendí del ecosistema, del potencial y del talento que hay (en México)”, expresa Bismarck.

En realidad, Google fue su “maestría de cómo crecer una empresa” y es que Bismarck participó en el desarrollo de los sistema de monetización de AdSense y YouTube.

Lepe dejó Google básicamente porque siempre había querido emprender, sin embargo había tenido algunos intentos en los que había fracasado.

Siempre había tenido “el gusanito” de ser emprendedor. Aprendió a hablar inglés mientras veía Plaza Sésamo, pero también Dallas y Rich and Famous por lo cual los negocios le resultaban interesantes.

“Como emprendedor uno trata de solucionar lo que uno tiene o ve en el mercado; nosotros vimos una oportunidad en ayudarle a empresas de medios a levantar sus propios ‘youtubes’, y entonces nació Oolaya, que rápidamente pasó de cuatro a 100 empleados y con más de 15 oficinas alrededor del mundo.

No obstante, Bismarck ya había notado algo más que llamó su atención, y le permitió visualizar la creación de Wizeline: “Las empresas cuando crecen muy rápido se traban las decisiones y los productos no son lo que el mercado necesita”.

Es difícil ver lo que el mercado quiere, y lo que tienen es una plataforma de inteligencia artificial que ayuda a las empresas a saber lo que sus clientes quieren y necesitan.

Desea hacer de Wizeline una de las empresas más poderosas del mundo, dice Bismarck.

“Llega un punto en que más que hacer dinero estamos cambiando la sociedad, abriendo oportunidades de trabajo y ayudando a corporativos familiares en temas de innovación”.

Wizeline es una de las empresas más exitosas en el sector de Tecnología de la Información (TI), con operaciones en San Francisco, California; Guadalajara, Jalisco, y Ho Chi Min, en Vietnam. En el último año triplicó su tamaño, y ahora tiene 200 empleados.

PASIÓN EMPRENDEDORA

A principios de 2016, Bismarck creó el fondo de inversión Wizefund para apoyar a las startups que desarrollen los empleados de Wizeline y, al día de hoy, ha invertido ya en media docena de empresas.

En México, dice, hay mucha idea del emprendimiento, pero no ha habido éxitos grandes, y una de las razones es que no hay ejemplos a seguir.
“Este fondo está para poder invertir en nuestros empleados que vienen a trabajar con nosotros y a aprender cómo ser emprendedores, para que lancen sus propias empresas”.
Otra iniciativa es StartupGDL, que tiene como objetivo ser líder en el crecimiento de la comunidad técnica y emprendedora en la capital de Jalisco.
Apenas en noviembre del año pasado, Wizeline creó la Academia de Inteligencia Artificial, también en esa ciudad, la cual busca satisfacer la demanda de clientes a fin de desarrollar aplicaciones para sus negocios impulsadas por inteligencia artificial, aunque también se dedicará a preparar talento que esté a a la vanguardia tecnológica, y cerrar así la brecha entre la oferta de talento y la demanda de la industria.

UN NIÑO FELIZ

“Yo tuve todas las oportunidades, y a pesar de que mis padres no tenían dinero fui muy feliz, no sufrí. Ellos hicieron todo el esfuerzo. Ellos son de Juchitlán, como a dos horas de Guadalajara. Mi mamá era de clase media, eran comerciantes y ella estudió en la Universidad de Guadalajara. Mi papá era lo opuesto, muy pobre, en una casa sin plomería, piso de adoquín, en el cerro.

“Se hicieron novios y salieron seis años, hasta que Jacinto le propuso matrimonio a Aída y decidieron que se irían a Estados Unidos, donde empezaron de la nada”, cuenta Bismarck.

Los primeros cinco años de su vida los pasó entre los campos de California, Oregón y Washington, donde sus padres recogían fresas, limones, chabacanos, duraznos y manzanas, y de regreso a México. Iban y venían.

Sin embargo, cuando llegó el momento en que Bismarck entrara a la escuela, decidieron establecerse en Oxnard, California, una comunidad donde más del 80 % de la población es latina.

Sus padres tenían dos o tres trabajos cada uno porque querían dar la mejor educación a sus hijos. Cuando Bismarck tenía cinco años le avisaron que tendría un hermanito, quien se llamaría Belsasar. Nadie sabía que sería un talentoso ingeniero, que ahora trabaja en Oolaya, la empresa que ambos crearon.

“Yo viví en una clase media alta por las oportunidades que tuve. Mis padres me pagaban clases de piano, tutores de matemáticas, de español y jugaba basquetbol y hockey. Siempre invirtieron en nosotros. Ellos son ejemplo para mí”.
En el momento en que Bismarck iba a elegir universidad sus opciones estaban entre Yale, Harvard, Stanford y West Point, pues un entrenador de atletismo le había dicho: “Tienes que ir a las universidades donde los reyes, los ejecutivos, mandan a sus hijos. Una buena educación la puedes recibir en cualquier lugar, pero lo importante es a quién conoces”.

Stanford le abrió el mundo, que hasta ese momento se había circunscrito a Oxnard, la comunidad latina donde había crecido.

En un inicio quería estudiar medicina, pues su única referencia de alguien con dinero era un tío que vivía en Jalisco, que era médico y tenía su propio hospital.

Sin embargo, al llegar a la universidad en 1998, observó que muchos de sus compañeros manejaban lujosos carros. “Al principio yo creí que eran narcos”, pero no, estaban trabajando en las ‘puntocom’.

Ahí fue que su visión cambió. Empezó a tomar más clases de matemáticas y programación y se graduó como licenciado en Economía.

Google le hizo la oferta de unirse a su aún pequeño equipo de 200 personas, y ahí empezó todo el aprendizaje del mundo de la tecnología.

 

Bismarck Lepe fue el responsable del desarrollo para monetizar AdSense y YouTube, de Google. Y de acuerdo con medios especializados, le hizo ganar a la compañía más de 1 000 millones de dólares.

 

Sin embargo, lo que Bismarck quería era emprender y lo logró, con un éxito rotundo.

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