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Una historia de co(m)promiso

Ó… todo lo que querías saber de la popó de tu perrhijo pero temías preguntar
31 de Julio 2017
Foto: Especial
Foto: Especial

POR GABRIELA GUTIÉRREZ M.

Los subimos a la cama, les compartimos nuestra comida, los vestimos, incluso dejamos que nos den esos besos húmedos y suculentos. Dejamos a un lado ese asco que aprendemos desde pequeños hacia todo aquel fluido que salga de nuestros cuerpos para recoger sus heces cada que los sacamos a pasear. Pero aunque la doctrina de los perrihijos cada vez enrola a más y más adeptos, aún no encontramos la mejor manera –ecológica y eficientemente hablando– de deponer sus heces.

PROBLEMA MAYÚSCULO

Si juntáramos la popó que producen los 18 millones de perros que hay en México, alcanzaría para llenar una alberca de 12 x 25 metros cada día.

Como puedes imaginar, las heces de nuestros perrhijos son entonces un serio problema de higiene y salud pública, pues si no las levantamos como buenos ciudadanos, pequeñas partículas de excremento se desprenden y adhieren a las partículas suspendidas en el aire y, al ser respiradas por el ser humano pueden provocar enfermedades gastrointestinales, asma e incluso afectar el sistema nervioso.

La contaminación fecal aumenta en ciudades pobres, sobrepobladas y con pocas áreas verdes, según un estudio publicado en The Journal of Infection in Developing Countries (JIDC), mismo que agrega que respirar estas partículas podría ser la principal causa de la resistencia a los antibióticos.

Si bien la conciencia de recoger las heces de las mascotas aumenta, la solución no es tan sencilla, pues en México dos de cada tres perros no tienen dueño y, además, las bolsas para recoger las heces también son altamente contaminantes, ya que muchas no son biodegradables, y varios gases, como el metano, son liberados cuando estas se rompen.

“Se tiene que analizar la cadena final de las heces de los perros. ¿A dónde van a dar esos residuos? No hay un sito para darles la deposición final, como un crematorio”, dice Carlos Esquivel Lecroix, investigador de la Facultad de Veterinaria de la UNAM y candidato a dirigir la Agencia Animal de la Ciudad de México que deberá empezar operaciones este mismo año.

¿LA ESTAMOS CAGANDO?

A nadie le gusta recoger las heces, pero una vez que se cobra conciencia de los efectos a la salud que implica “hacerse los disimulados”, y cada vez que nuestros perros encorvan la espalda, bajan y suben la cola como palanca, y estamos dispuestos a hacernos cargo de su excremento, ¿qué se hace con él?

Los depósitos o botes para depositar las heces son prácticamente inexistentes en nuestro país y los pocos que existen o están llenos de otro tipo de residuos o los responsables de limpieza tardan en desocuparlos.

El método más amigable con el ambiente consistiría en depositarlas en una coladera o en el escusado, a fin de que sea procesada como las heces humanas, sin embargo, habría que retirar la popo de las bolsas o emplear otros dispositivos con el propósito de levantar el excremento del piso, como palas contenedoras, esperar a llegar a casa para “descargarlas” y después lavarlos.

Como esto suena a un trabajo tedioso que no todos querrían hacer, según Lacroix la solución definitiva es no sólo deshacerse de la materia fecal de los perros, sino aprovecharla: “La tendencia en las investigaciones y proyectos a nivel internacional van dirigidas a poder obtener energía del excremento de los perros, gracias a la alta consistencia de metano de este”.

La ciudad canadiense de Waterloo, en Ontario, puso este año en marcha el proyecto Poop power, con pruebas piloto en tres parques, en donde se instalaron contenedores con el propósito de desechar las heces caninas, después pasa un camión-aspiradora a recogerlas y 90 días después se genera energía y composta para los cultivos.

En México existe un proyecto similar desde hace cinco años, no obstante, a diferencia del canadiense, no ha recibido apoyo a fin de iniciarlo. Los emprendedores Fernando Leyva, Alfredo Cuesta y Eduardo Olivares diseñaron los contenedores Composcan, con los que aseguran que por cada dos toneladas de excremento recopiladas podría abastecerse la energía de 80 hogares promedio. Si consideramos que tan sólo en la Ciudad de México se generan 750 toneladas, esto podría ser un enorme capital energético que desperdiciamos.

“Si no tenemos un método de procesamiento, todo lo que hacemos es cambiarla de lugar. Del parque a tu casa y de ahí al tiradero”, explica Leyva.

En septiembre próximo, Leyva y sus socios esperan que, gracias a los presupuestos participativos que ejercen los vecinos en las colonias de la capital mexicana, puedan emprender un programa de recolección de heces y su respectiva transformación en composta.

“Para poner en marcha la generación de energía, necesitamos del apoyo del Gobierno, pero creemos que si se aceptan los proyectos de composta, ya se estaría caminando en la dirección correcta”, agrega Leyva.

Por su parte, Lecroix considera que ha faltado iniciativa para buscar soluciones a la deposición final de la materia fecal: “Si una instancia del Gobierno lanzara una convocatoria o una licitación, surgirían soluciones”, y es que claro, la caca de los perros –como la de los humanos– es un recurso orgánico aprovechable, y es de todos.

¿CUÁNTO CUESTA FINGIR DEMENCIA?

El artículo 26

de la Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México establece multas de 830 a 1 509 pesos o arresto de 13 a 24 horas a aquellas personas que dejen en la vía pública las heces
de sus perros

30 000

hogares podrían cubrir sus necesidades eléctricas si se aprovecharan las 750 toneladas de excremento que se generan diariamente en la Ciudad de México

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