Periodismo imprescindible Sábado 23 de Noviembre 2024

Vida imprimible

Cuando Gutemberg creó la imprenta para que los libros dejaran de escribirse a mano y el conocimiento fuera más accesible, jamás pensó que llegaríamos a imprimir nuestra ropa, zapatos y hasta la comida o partes del cuerpo humano. ¿Será la impresión 3D quien protagonice la cuarta revolución industrial?
10 de Julio 2017
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POR DAVID SANTA CRUZ

La máquina emitía un leve sonido, parecido al rumor de los dedos de una persona al deslizarse sobre la piel y muy lejos del infernal chirrido de las primeras impresoras de matriz de punto y del aterrador zumbido de las máquinas tatuadoras, que tanto recuerdan a los taladros de dentista con su inseparable dolor. Si Marco apretó los dientes y emitió un grito, fue por el contacto inesperado de la tinta fría con su espalda, que  experimentaba un extraño cosquilleo que iba de la planta de los pies hasta la nuca.

—Procure no moverse mucho. La máquina se detiene cuando detecta movimiento para evitar que le quede chueco el tatuaje –le dijo el joven que operaba la impresora dérmica.

Marco se dejó acariciar por el cabezal mecánico y se hubiera dormido de no ser porque en cuestión de minutos su tatuaje estuvo listo. Casi sintió nostalgia por los viejos tatuadores. Lo único malo es que, a diferencia del primer tatuaje que se hizo en el brazo durante su adolescencia, este nuevo desaparecería en un año, y dejaría apenas uno o dos tonos de piel más claros, lo cual se solucionaría con un bronceado. A su favor tenía no sólo la falta de dolor, sino que la imagen era perfecta: una réplica exacta de la La gran ola, de Kanagawa, además podría lucirlo esa misma noche pues no necesitaba cicatrizar y gracias a la tinta fotosensible secaba con un halo de luz ultravioleta emitido por la propia impresora Cannon.

Mientra se colocaba la camisa, pensó lo que diría de ese tatuaje el creador de la pieza, el icónico pintor japonés Katsushika Hokusai, quien valoraba tanto la individualidad del trazo, que aseguraba que alcanzaría la perfección de su arte al cumplir los 110 años de edad. Entonces cada pincelada cobraría vida. Marco suspiró y dejó sus cabilaciones metafísicas para otro momento, tenía que llegar a tiempo al Home Depot donde por la mañana había mandado a imprimir desde su tienda online favorita un juego de lámparas de suspensión Random Light. Le había encantado la descripción del catálogo:

Diseñada por Bertjan Pot en el año 2001, esta lámpara tridimensional de techo está elaborada con acero cromado, su forma de ovillo de lana permite situarla en todo tipo de ambiente, lo cual la ha convertido en un clásico del diseño de los últimos 25 años.

La vida de Marco hubiera sido diferente sin la invención, en la década de 1980, de las impresoras 3D. Gracias a ellas, él, un estudiante de clase media, graduado de un universidad pública, tenía su propia compañía de impresión de zapatos. Su primera impresora la fabricó por su cuenta gracias a los planos desarrollados y liberados en 2020 por la comañía mexicana Zer Systems, cuyo ideal siempre fue democratizar la manufactura digital.

DE VUELTA A LA REALIDAD

Por supuesto, la historia de Marco es ficticia –todavía–, pero fue construida sobre datos reales que varios especialistas en impresión compartieron. A todos ellos les pedí que me ayudaran a imaginar un futuro cercano –y posible– donde las impresoras 3D y 2D hubieran modificado la forma en que los seres humanos producimos y consumimos cotidianamente. Si bien todavía no llegamos a ese punto, lo que se crea en la actualidad no es menos sorprendente.

Hoy día, por ejemplo, los tirajes de los libros son cada vez más pequeños, y es que a decir de Emmanuel Jardin –gerente de ventas directas en Cannon mexicana, empresa productora de cámaras fotográficas y líder en impresión de inyección de tinta–, “la edición digital ha optimizado y revolucionado el mercado”. Gracias a ella no hay más stock o desperdicio, además se pueden imprimir periódicos y revistas.

Si bien Jardin dice que no puede asegurar –ni negar– que Cannon experimente en este momento con la posibilidad de imprimir tatuajes cosméticos sin dolor y con durabilidad personalizada, le parece una buena idea, y asegura que la empresa –que destina el 9 % de sus ingresos a investigación– se ha enfocado en crear nuevas tintas que podrían incluso imprimir circuitos electrónicos, como tarjetas madre para computadoras, por ejemplo.

De momento, lo que sí existe son tintas UV, resistentes a la intemperie y que permiten imprimir sobre madera, metal o vidrio, “estamos buscando la forma de convencer a distribuidores de mayoreo a fin de que tengan estas impresoras y que al comprar una puerta o un espejo te lo puedan personalizar”, explica Jardin. Hasta hoy, en México esta tecnología se usa principalmente en el mercado publicitario –en espectaculares y lonas– pero más adelante los usos podrían ser múltiples.

IMPRIMIR SUEÑOS

Una de las áreas que más expectativa ha generado sobre las posibles aplicaciones de los nuevos desarrollos en materia de impresión 3D es la médica. De acuerdo con un estudio de la empresa Allied, el mercado global en este campo fue valorado en 579 millones de dólares en 2014, y se espera obtener 2 363.8 millones de dólares en 2020, en áreas como la impresión de prótesis o el diseño de modelos que tengan la finalidad de ensayar cirugías complicadas.

Dentro de las investigaciones más avanzadas se habla incluso de imprimir órganos y tejidos, aunque estamos muy lejos del milagro de reconstrucción que vimos en películas como El quinto elemento. Según nos explica Alberto Perrusquia, director de Zer Systems, una de las empresa pioneras en México dedicadas a la investigación y desarrollo de manufactura digital, el proceso para “imprimir” una oreja es utilizar un modelo con la forma de esta, fabricado en un material que servirá como “alimento” para injertar células que luego crecerán sustituyendo con materia viva al modelo.

De todas las posibilidades, una de las más viables y rentables es la de imprimir medicamentos personalizados directamente en las farmacias, los cuales contengan las cantidades exactas que necesite cada persona; o en los casos en que alguien deba tomar más de un medicamento al día, imprimir la prescripción médica en una sola pastilla.

En algunos casos los alcances son más modestos y prácticos, por ejemplo, Jonathan Ramírez, quien está especializado en diseño para el bienestar y trabaja en el departamento de diseño de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, utiliza la tecnología con la finalidad de imprimir los prototipos de una silla que ayude a personas con capacidades limitadas –edad, lesiones, discapacidad– a ponerse en pie.

retos y desafíos

En el área 3D, la industria automotriz ya tiene capacidad de imprimir autopartes. Tanto Adidas como Nike han presentado prototipos funcionales de calzado deportivo que si bien no ha sido impreso 100 %, contiene partes realizadas con esta tecnología. A decir de Jonathan Ramírez, “cuando el 3D entre de lleno en el mercado de lo vestible, reduciremos considerablemente la huella de carbono”.

La gran ventaja de la manufactura digital, explica Alberto Perrusquia, consiste en que adiciona material, esto es, que se construye por capas, mientras que la manufactura tradicional es extractiva, o sea que se toma un trozo del material y se le van quitando capas hasta obtener el objeto. Así que con la nueva tecnología básicamente no hay desperdicio.

Sin embargo, todavía existen varios impedimentos prácticos. El primero es la velocidad de impresión, ya que una pieza puede tardar entre cinco y 10 horas –sin sumar el tiempo que tarda en enfriarse, pues según el material un metro cúbico necesitaría hasta tres semanas.

El segundo es la resistencia de los materiales; entre más complejo es el material se complica la resistencia, de ahí que, de acuerdo con Ramirez y Perrusquia, el tema de las prótesis se encuentra todavía en pañales, pues aunque se pueden realizar a bajo precio su durabilidad es poca y no soportan mucha presión o altas temperaturas.

Un tercer impedimento es que no cualquiera puede modelar en 3D, lo cual constituye el paso previo; entonces no es funcional para una Pyme y ese es el gran reto: “insertarlo en los procesos productivos de las pequeñas industrias”, explica Perrusquia.

La ventaja es que se trata de una tecnología colaborativa donde abunda el software abierto. “Desde un niño de 14 años en Corea, hasta un profesor en Stranford están interconectados compartiendo información”, dice Ramírez, quien considera que en cuanto las grandes empresas entren de lleno a la investigación y el desarrollo de esta tecnología se cumplirá la promesa de que la impresión 3D sea la cuarta Revolución Industrial.

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