Una actitud que compartimos los gatos con los perros es que cuando nadie nos observa escondemos comida en los rincones menos insospechados. A veces lo hacemos solo por que sí, otras por si nos da hambre y no hay nadie cerca.
Tal parece que desde 2013, cuando juró como gobernador de Baja California, Francisco Kiko Vega Lamadrid se ha dedicado no a esconder comida –o tal vez sí– sino sobre todo mucha basura y no precisamente debajo de la alfombra.
Alguna vez una revista lo llamó “el gobernador millonario que nadie investiga” y ciertamente es así porque igual que los de mi especie parece que salió con las uñas muy bien afiladas.
Para empezar, se une a la lista de gobernadores y exgobernadores que se quieren sentir gatos solo porque actúan en las sombras, pero les falta la inteligencia para que nadie sepa quién fue ni cómo lo hizo.
Desde que es gobernador de Baja California existe una denuncia en su contra por peculado y enriquecimiento ilícito basada en la compra de propiedades en México y Estados Unidos que tendrían un valor de 113 millones de pesos y que ha adquirido desde que era alcalde de Tijuana.
Su antecesor le dejó una deuda de 14 627 millones de pesos, que en sus primeros dos años de gobierno aumentó a 18 169 millones. En los primeros 10 meses de 2016, Baja California fue el sexto estado más violento del país y ahora tienen encima el problema del agua.
Aunque a finales de diciembre logró que el Congreso local metiera reversa a una ley que le concesionaba el manejo del agua a una empresa privada, el problema aún tiene muy enojados a los mexicalenses porque de cualquier forma se buscan mecanismos para que el recurso natural llegue a una cervecería que se instalaría en el valle, en detrimento del suministro a los ciudadanos.
Y es que mientras en todo el país ya se ha logrado, de alguna manera, bajarle el tono a las protestas por el gasolinazo de enero, Kiko Vega no ha podido contener a la masa enardecida que ahora protesta igual por el gasolinazo que por el agua.
Un verdadero líder de la manada no deja que los demás protesten, inmediatamente sabe imponerse sin soltar un rasguño, solo aplicando el ingenio. Esta no es la primera vez que al gobernador Vega se la salen las cosas de control, basta recordar el problema que hubo con los jornaleros del Valle de San Quintín hace un par de años y que, por cierto, dejó a medias.