Uno de los grandes errores que cometemos cuando llegamos a un nuevo puesto es convertirnos en los sabelotodo: siempre que el jefe pregunta algo, nosotros tenemos la respuesta, siempre que necesita que alguien lo ayude mediente horas extra no nos importa dejar de lado todo lo demás con tal de ganarnos su estima. Lo único que queremos es su reconocimiento ante el equipo de trabajo.
Pero ¡momento!, no nos equivoquemos, una cosa es mostrar todos nuestros talentos, conocimientos y habilidades en la entrevista de trabajo y otra muy distinta cuando estamos en la oficina. No nos hagamos tontos, las oficinas son como las prisiones y cuando llega el nuevo ya todos saben sus antecedentes, y si viene o no “recomendado”.
Por más ambiciosos que seamos, primero hay que guardar un bajo perfil para saber bien dónde estamos parados, quién mueve “la mercancía”, cuáles son los grupos que tienen el poder en el corredor y qué le pasa a los que van a la celda de castigo.
Todo mundo aspira a convertirse en el favorito del jefe sin detenerse a pensar que su deseo le va a acarrear enemistades y el distanciamiento de sus amigos, lo que a la larga te puede aislar de tus otros compañeros de celda para convertirte en una humana más solitaria que solo vivirá bajo el amparo del líder del corredor.
Eso es exactamente lo que nos pasa cuando queremos ser el sabelotodo: nos acarreamos enemistades, nos aislamos y al final solo contamos con el jefe, y cuando caemos de su gracia es momento de empezar a buscar un nuevo empleo.
¿Cuál sería mi consejo? Primero hay que dedicarse a cultivar relaciones sinceras con los compañeros de celda, empezando por los más fuertes, para integrar una especie de red de protección a nuestro alrededor. Siempre hay que mantener nuestras cartas bajo la mesa y nuestras intenciones ocultas.
Por supuesto que no podemos desaparecer por completo de la vista del jefe, pero en lugar de ser su sabelotodo y perro fardero es muy útil observarlo no solo para aprender de él sino también para estudiar sus puntos débiles y fortalecer nuestras habilidades en esas facultades de las que sabemos que carece.
A menudo, en nuestros trabajos podemos encontrar gente que se siente ignorada y desplazada, las alianzas con esta pueden traernos también grandes beneficios, sobretodo si se trata de gente que tiene mucho tiempo en la empresa porque nos dirá qué la hizo estar marginada de las grandes decisiones o cuáles son los errores que cometió para caer de la gracia de “El Señor”.
No es bueno tratar de entrar a la fuerza al grupo de los “más populares”, dejemos que sean ellos quienes nos inviten, porque no conviene tenerlos como enemigos.
Nadie es monedita de oro, pero mientras no sepamos donde estamos parados y cómo son las cosas en el nuevo trabajo hay que ser eficientes y punto, desempeñar bien la labor para la que fuimos contratados.