BERLÍN (AP) — Luego de una larga jornada, Annekathrin Fiesinger está demasiado cansada como para ponerse a cocinar en su casa. En estos casos, esta mujer de 34 años usa su teléfono para ver qué comidas están siendo ofrecidas a precios rebajados en restaurantes, hoteles y panaderías de la zona.
Fiesinger, quien trabaja por horas en una cafetería y estudia ciencias de ecosistemas, es parte de un creciente movimiento de personas empeñadas en preservar el medio ambiente que usan aplicaciones para reducir el desperdicio de comida y de paso las emisiones de carbono que alteran el clima.
Si bien no está claro qué impacto tienen estos esfuerzos en la reducción de las emisiones, reflejan hasta qué punto la preocupación por el medio ambiente está afectando el comportamiento de personas y negocios.
“Par mí, todo gira en torno al medio ambiente”, dijo Fiesinger. “No podemos seguir desperdiciando tantas cosas”.
Fiesinger usa “Too Good To Go” (demasiado bueno como para ser desaprovechado), la aplicación más popular de Europa para encontrar comida sobrante a precios rebajados. La aplicación usa el GPS de su teléfono para avisarle qué negocios de la zona tienen comida sobrante y qué es lo que ofrecen.
“Es facilísimo: Bajas la aplicación y de camino a tu casa eliges lo que más te gusta”, explicó mientras revisaba los platos disponibles.
Cada vez más servicios usan la tecnología para reducir el desperdicio de comida.
Activistas han creado comunidades en la internet para compartir comida con vecinos antes de tirarla. Algunas startups se asocian con supermercados para crear aplicaciones que alertan al consumidor sobre productos que están a punto de expirar y se venden con rebajas. El propio gobierno alemán lanzó una aplicación que ofrece recetas de chefs famosos pensadas para aprovechar sobrantes.
En Alemania, cada persona tira un promedio de más de 55 kilos (120 libras) de comida por año, según el gobierno. Esto representa 11 millones de toneladas anuales, lo que genera 6 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono. A nivel mundial, se calcula que un tercio de la comida va a parar a la basura.
Las emisiones son generadas cuando se quema la comida que fue a parar a la basura y también cuando es cocinada.
Los científicos dicen que la única forma de combatir el calentamiento global es reduciendo primero las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono. Para conseguirlo se debe poner fin al uso de combustibles fósiles y reducir otras fuentes de emisiones, como el uso intensivo de tierra para la agricultura.
“Creo que cada persona puede contribuir a este objetivo”, comentó recientemente la canciller alemana Angela Merkel.
La aplicación “Too Good To Go”, creada por un par de emprendedores daneses en el 2015 y disponible en 11 países de Europa, es cada vez más popular. En Alemania diariamente la bajan 5.000 personas, según una portavoz de la empresa.
“Rescatamos 14 millones de comidas que iban a ser tiradas a la basura. Se evitaron 35.000 toneladas de dióxido de carbono”, manifestó la portavoz, Franziska Lienert.
Agregó que la aplicación es usada por 10 millones de personas y que participan 23.300 negocios de comestibles. Otras aplicaciones similares son FoodCloud, Karma y Olio.
La comida vendida a través de “Too Good To Go” cuesta generalmente un 50% menos y la aplicación cobra 1,09 euros (1,22 dólares) por su servicio.
La mayoría de los usuarios son estudiantes universitarios y profesionales jóvenes, versados en el manejo de la tecnología.
Si bien cada vez más negocios participan en programas de este tipo, los hay también que donan los sobrantes de comida a instituciones caritativas.
Países como Francia y la República Checa sancionaron en tiempos recientes leyes que prohíben a los supermercados tirar comida y los conmina a donarla a gente necesitada.
La berlinesa Fiesinger revisa las comidas disponibles en su barrio. Optan por una pasta y hace el pedido. El pago es automático.
“En Berlín es muy fácil encontrar algo. Hay algo esperando por ti en cada esquina”, manifestó.
Armin Doetsch, dueño de un restaurante, dice que participa en el programa mayormente para preservar el medio ambiente.
“A menudo nos quedan sobrantes del almuerzo”, explicó. “En lugar de tirarlos a la basura, preferimos venderlos a precios rebajados, por más que ganemos poco”.
Sirve pasta con hongos, rebajada de 6,50 a 3,80 euros, en un recipiente que llevó Fiesinger y se lo devuelve sonriente.
“También queremos reducir el uso de contenedores”, dice Doetsch. “A quienes traen su propio contenedor les regalamos un helado”.
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Frank Jordans contribuyó en este despacho desde Berlín y Karel Janicek lo hizo desde Praga.