POR MIRIAM CANALES
Hurgando entre lotes baldíos de la colonia capitalina Del Valle en busca de lagartijas, sapos y ranas junto a constantes viajes familiares a Cuyutlán, Colima, fue que desarrolló una afición hacia los reptiles desde la infancia, nutrida con lecturas didácticas. Lo que comenzó como un juego de niños se transformó en una actividad profesional adulta que ha contribuido en proyectos trascendentes. Walter Schmidt, investigador mexicano de origen alemán, es más conocido por su perfil periodístico, por dirigir la revista Sonido y como músico experimental con grupos como Decibel o Size desde hace 40 años; sin embargo, su labor para proteger a los reptiles Abronia es otra de sus facetas destacables.
“Una señora vecina mía era maestra de biología; me invitaba a sus clases y me mostraba libros de animales, me regaló preparaciones para microscopio y otras cosas. A unas cuadras de mi casa había un depósito de materiales para laboratorio y ahí compré tubos de ensayo, bisturí, etcétera, para hacer mis primeras disecciones”, menciona como parte de la génesis de esta labor independiente de investigación que lo ha llevado a colaborar con la UNAM y la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) en estudios más acuciosos. Es tanto su interés hacia estos saurios que tomó su nombre a fin de bautizar un sello musical independiente. De este modo también logró una mayor afinidad con el fallecido cantante Jaime Keller (alias Illy Bleeding y vocalista de Size), quien también se interesaba en ellos y que tuvo en su haber una colección de iguanas.
En México se divulgan otros conflictos ecológicos como incendios forestales, talas inmoderadas o se promueve la protección de otras especies más mediáticas. En cambio, Schmidt ha abogado por el género Abronia –se le ha llamado coloquialmente “escorpiones” o “dragoncitos”– y su preservación. Se trata de un reptil propio de América Central, arborícola, que se encuentra en árboles hasta de 40 metros de alto, a punto de la extinción y codiciado por el tráfico internacional. En México abundan más de veinte especies de “dragoncitos” que no existen en ninguna otra parte del mundo. No hay informes acerca de muchas de ellas, pues se conocen únicamente por uno o dos ejemplares en colecciones científicas. Durante cuatro años participó en varios proyectos de lagartijas como Sceloporus, Gerrhonotus, Xenosaurus, lo cual lo llevó a recorrer todos los estados de la República Mexicana y colaborar con el herpetólogo norteamericano Hobart M. Smith, pionero y padre de la herpetología mexicana poco antes de su muerte en 2013.
“Yo me considero más bien una especie de naturalista a la antigua, aunque trabajo con profesionales de la Herpetología”, revela Schmidt, quien no se define a sí mismo como un “protector de fauna”. No obstante, dentro de su trabajo ha destacado como recolector de ejemplares en el Museo de Zoología de la UNAM, ha contribuido en el hallazgo de diversas especies de lagartijas de géneros como Xenosaurus, Barisia y en la descripción del Xenosaura mendozai durante una expedición en la Sierra Gorda de Querétaro junto a Fernando Mendoza Quijano.
Por otro lado, manifiesta que los esfuerzos en México han sido lentos y que el camino para la protección ambiental ha sido sinuoso: “En México aún falta mucho por explorar. Existen grandes áreas del país que son prácticamente desconocidas para la ciencia como la Sierra Madre del Sur de Guerrero o la región de los Chimalapas en los límites entre Oaxaca y Chiapas. Muy probablemente muchas especies que se han extinguido o desaparecerán sin haber sido descritas, y no sólo reptiles o anfibios, sino toda clase de animales y plantas”.
En México, el mundo de las abronias todavía es un misterio que espera ser revelado. Entre las mayores desventajas que encuentra para la conservación ecológica en general son los presupuestos, y que otras especies han recibido más atención tanto de medios como del Gobierno –el borrego cimarrón, las tortugas y aves como guacamayas y pericos. “Ni siquiera contamos con una protección efectiva de nuestras áreas naturales protegidas por falta de personal y presupuesto. Tampoco conocemos con exactitud su estado de conservación o deterioro. Es muy difícil hacer un programa de conservación que incluya todos los diferentes ecosistemas que están amenazados por la actividad humana. En este sentido el estado de Chiapas merece mención especial por los esfuerzos que realizan por conservar la naturaleza”.
Considera que se requieren más estudios para conocer el tamaño de sus poblaciones y descubrir las nuevas especies que en muchos casos se encuentran en zonas de conflicto o áreas remotas de difícil acceso: “No se conoce el tamaño de las poblaciones de la Abronia. Yo participé en la evaluación de una Abronia gramínea en Puebla-Veracruz y se calcularon diez mil ejemplares, pero muchas especies tienen una distribución restringida a un sólo cerro y además son raras en su hábitat natural”.
Mientras tanto, otros países más pequeños, como Guatemala, han pugnado más por la conservación de los “dragoncitos”. En 2014 se les incluyó en una serie de sellos postales y hasta se les ha llamado “los nuevos embajadores de Guatemala” como una novedosa carta de presentación a nivel mundial, lejos de estereotipos y lugares comunes. México y Guatemala comparten algunas especies, como la venenosa Heloderma o los Coritofánidos. Sus discrepancias radican en diversos factores. “Las políticas y los proyectos de cada país son distintos e independientes”.
Aunque México se desenvuelve entre polémicas políticas y otros escándalos sociales, su vasta biodiversidad no puede soslayarse, un tema a considerar dentro de las agendas electorales y los medios de comunicación. “La riqueza faunística de México es gigantesca, somos un país con una megabiodiversidad. Nosotros tenemos una realidad más compleja y más problemas que atender”.