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Smart City + que tecnología

Dentro de 20 años, 90 % de la población latinoamericana vivirá en ciudades que requieren leyes que se cumplan, así como nuevas políticas públicas e infraestructura para que sean eficientes
29 de Mayo 2017
Especial
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Botes de basura que “avisan” que están a punto de llenarse, aplicaciones que indican en dónde hay más lugares libres para estacionarse en la calle, consultas médicas a través de una videoconferencia en un teléfono móvil y hasta saber cuánta gente compra cerveza en un estadio durante un partido o la cantidad de personas que caminan frente a una tienda durante el día son muestras reales de cómo puede funcionar una “ciudad inteligente”.

Durante los últimos años, este concepto ha sido mencionado en diferentes discursos, programas de gobierno y campañas políticas, pero vale la pena hacer una aclaración: no, crear una ciudad inteligente no es solamente poner wifi gratis en la plaza principal y tampoco es crear un vecindario o conjunto de oficinas en donde las puertas se abran con un control remoto.

Una ciudad inteligente es cuando la administración de una localidad busca prestar servicios de manera eficaz a sus ciudadanos mediante el aprovechamiento de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en temas como medio ambiente, movilidad, agua, energía, salud, manejo de residuos y gobierno abierto, entre otros.

Dicho de otra forma: se pueden manejar de manera “inteligente” servicios como el alumbrado público, la gestión del agua o los trámites para abrir un negocio aprovechando el Internet de las Cosas. Por ejemplo, mediante la conexión de dispositivos colocados en las luminarias podrían mandar un reporte cuando alguna deje de funcionar, o los medidores de agua domésticos indicarían al usuario cuánta agua ha usado sin esperar meses a que llegue el recibo, o se podrían enviar documentos escaneados mediante una app a alguna dependencia de gobierno que los solicite.

Además, con la información que se recabe a través de estos dispositivos y procesos, se pueden tomar decisiones como aplicar la mejor manera de ahorrar energía, prever el consumo de agua por cada estación del año o saber qué tipos de negocios ya no se necesitan en una zona geográfica porque ya hay mucha competencia, por citar algunos ejemplos. Como ven, una smart city va mucho más allá que poner wifi en un parque.

NO TODO ES TECH
Lo primero que una ciudad requiere para transformarse en inteligente es la voluntad de los gobiernos a fin de, por ejemplo, automatizar servicios, ya que ello implicaría desde cambiar procesos internos hasta recortar burocracia pero, sobre todo, porque acabaría con las cadenas de corrupción al evitar los intermediarios.

Otra limitante es que prácticamente ningún gobierno tiene recursos suficientes para invertir en tanta infraestructura a la vez, por lo que el modelo sugerido para crear una ciudad inteligente es trabajar de la mano con empresas que desarrollan y prestan estos servicios, a través de concesiones. Aquí en México, particularmente, un atraso considerable fue porque no se contó con un marco legal adecuado para las Asociaciones Público Privadas (APP) hasta el 2011, mientras que en Brasil, por ejemplo, esa legislación avanzó desde 2008.

BRECHA DIGITAL
Después de superar los retos políticos, inicia un proceso que la empresa estadounidense Cisco, una de las pioneras en el desarrollo de soluciones para el Internet de las Cosas, divide en tres etapas: expandir, mejorar y transformar.

Expandir significa que las ciudades deben ampliar su capacidad de conexiones a la red, pues particularmente en Latinoamérica, el acceso digital en igualdad de condiciones es un reto. América Móvil anunció hace unos días que, a finales de 2017, tendrá disponible una red 4.5G, la cual será más rápida que la actual 4G; sin embargo para 2020 planea ofrecer 5G que, por ejemplo, ayuda a que los dispositivos conectados a través del Internet de las Cosas tengan una respuesta mucho más rápida.

¿Cómo aplica esto último en la ciudad inteligente? Por ejemplo, cada antena celular será capaz de recibir millones de señales a la vez (no como ahora, que con unos cuantos miles la señal se vuelve más escasa) para enviar información en verdadero tiempo real. Esto podría traducirse en que la policía vería en un “mapa de calor” en qué zona hay más tráfico y ejecutar rápidamente un cambio de sentido en algunas calles aledañas para hacer más eficiente la movilidad y, con ello, reducir las emisiones de contaminantes a la atmósfera.

Un coche autónomo, por ejemplo, necesitará esa tecnología para responder de inmediato a la señal que le envíe un semáforo o para elegir la mejor ruta a su destino. Si la red es lenta, la respuesta de ese auto no sólo sería lenta sino peligrosa.

Otro elemento importante será contar con disponibilidad amplia en la nube para almacenar todos los datos que los dispositivos arrojen y, además, para procesarlos de tal modo que estén disponibles cuando los requiera la ciudadanía o las instituciones.

EL REINO DEL BIG DATA
El siguiente paso es que las ciudades mejoren sus servicios mediante los datos que se generen gracias a la infraestructura y el desarrollo tecnológico. Con ellos, las autoridades podrán saber qué operativo deben llevar a cabo alrededor de un foro en el que se lleve a cabo un evento masivo, o en qué momento se le debe dar preferencia a alguna vialidad para que no quede solamente a criterio de un agente de tránsito que manipula los semáforos.

Con esa información también se podría saber qué trámites resultan más engorrosos al solicitar una licencia de construcción, cuáles son las coladeras que hay que mantener limpias a fin de evitar inundaciones y hasta detectar la mejor zona para instalar un hospital gracias a que tiene mejores vialidades y menores niveles de ruido. Así que no sólo se trata de generar datos, sino de saber qué hacer con ellos.

TRANSFORMACIÓN URBANA
Con la infraestructura tecnológica y los datos, el último paso es transformar la ciudad, es decir, hacer cosas diferentes que funcionen mejor y que, quizá no se habían podido observar antes.

Así, se podría saber con certeza qué tipo de transporte público es más eficiente o medir el impacto que tienen los vendedores ambulantes en la movilidad, establecer horarios escalonados de inicio de actividades, o detectar en dónde se presenta el fenómeno de “isla de calor” y apoyar a los vecinos de esa área para instalar azoteas verdes y combatir ese microclima que eleva los índices de contaminación.

Parte de la información que se recabe también puede convertirse en ingresos económicos para el gobierno. Por ejemplo, las empresas que desarrollen centros comerciales podrían comprar esos datos para saber dónde pueden ubicarse y hasta cómo desarrollar sus inmuebles, o un restaurante podría prever su hora pico sabiendo con certeza cuánta gente trabaja alrededor y a qué hora circula más por las calles. Cada quién pagaría sólo por la cantidad de información que requiera y esa es una solución con la que ya cuentan empresas como Motorola.

Respecto a la seguridad, también puede ayudar a los servicios de inteligencia para localizar zonas de alta incidencia delictiva con el fin de prever los posibles lugares donde se podrían presentar, por ejemplo, asaltos en vía pública durante los días de quincena o evitar la generación de zonas de riesgo por falta de iluminación o vigilancia. Todo esto se sabría mediante el análisis de los datos que estarían en la nube de instancias como los Ministerios Públicos, pero también de lo que denuncien las personas en Twitter.

La información recabada no sólo puede ayudar a corregir problemas, sino que, quizá, su mayor utilidad es la prevención, lo cual es parte medular del concepto de las ciudades inteligentes.

ESTAMOS CERCA
En México ya hay empresas que ofrecen estos servicios, como la japonesa NEC Corporation. Entre otras soluciones, desarrolla y comercializa un sistema de sensores que se colocan en los botes de basura públicos, los cuales son capaces de identificar cuándo están a punto de llenarse y hasta saber si alguien depositó en ellos algún desecho dañino.

Dichos sensores envían información a un software que es operado en una central (la del servicio de limpia) donde pueden mandar a cambiar los botes antes de que se desborden o a tomar las medidas necesarias para manejar el residuo tóxico.

Con la información generada, se puede saber, por ejemplo, qué día y qué hora son ideales para vaciar los botes o saber si el número de estos es suficiente. De esa manera, por ejemplo, se evitan viajes innecesarios de los camiones de basura que generarían emisión de contaminantes y afectarían la movilidad, además del emplazamiento de personal que podría estar ocupándose de otras tareas.

Asimismo, las personas pueden descargar una app mediante la cual reporten los problemas que detecten en algún bote –como vandalismo–. La infraestructura (de hardware y software) la provee la empresa y las autoridades gubernamentales toman las decisiones a partir de los datos. ¿Verdad que implicaría grandes cambios de mentalidad en muchas personas?

URBANECTIVIDAD
Otra tecnología que ya está disponible en México es la desarrollada por la empresa francesa Presto Park, que coloca dispositivos en las calles para avisar mediante una app a los usuarios en qué lugar hay espacio libre para estacionarse.

Esto permitiría sustituir los parquímetros y pagar los lugares mediante el celular o incluso reservarlos antes de salir de casa, con lo que se evitarían las vueltas buscando lugar y se reduciría la contaminación.

Servicios públicos
Una ciudad inteligente presta servicios inteligentes a sus ciudadanos y, afortunadamente, algunos ya caminan en esa dirección. Por ejemplo, el gobierno de Baja California, junto con la empresa Claro 360, trabaja en la creación e implementación de un conjunto de servicios digitales para la población llamado Smart City Baja California que ofrece soluciones de videovigilancia y de apoyo médico.

Así, se entregará a los habitantes cámaras de seguridad que colocarán en sus domicilios y que podrán ser monitoreadas por ellos de manera remota mediante una app. También tendrán acceso a consultas médicas en tiempo real con doctores profesionales a través de videollamadas, y podrán administrar su propio expediente clínico para llevarlo consigo en su teléfono y así poder utilizarlo en caso de emergencia.

TODOS JUGAMOS
También los emprendedores pueden participar en las ciudades inteligentes, como es el caso de la tecnología que ofrece la empresa Get In, la cual, mediante una serie de antenas colocadas dentro y fuera de un negocio, permite saber a qué hora hay más clientes, en qué zonas de la tienda pasan más tiempo y hasta puede ayudar a definir los horarios de apertura y cierre con base en la cantidad de personas que pasan afuera.

Esta empresa emplea una tecnología que se usa en muchos niveles en las ciudades inteligentes, la cual es capaz de monitorear el movimiento de cualquier persona a partir de un dispositivo que, prácticamente, hoy porta cualquier ser humano: el teléfono móvil. Así, sin necesidad de que las personas descarguen una aplicación o se conecten a una red wifi, y con la seguridad de que nunca nadie conocerá sus datos personales (al menos por esa vía), esta tecnología detecta cuántos dispositivos están conectados al mismo tiempo al servicio de telefonía celular.

Empresas como la alemana SAP usan este recurso para, por ejemplo, medir la cantidad de espectadores que entran a un estadio de futbol, dónde permanecen al inicio o al medio tiempo de un partido y cuánto tardan en llegar a su lugar desde que ingresan al inmueble. También puede prever la cantidad de cerveza que se venderá y así evitar que se acabe durante el encuentro. Algunos clubes mexicanos, como América y Xolos, ya cuentan o están en negociaciones para adquirir esta solución. Como ven, todos ya somos parte del camino que se hace al andar para tener ciudades cada día más inteligentes, y tal vez algunos, ni enterados estaban.

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