WASHINGTON (AP) — El testimonio de Robert Mueller del miércoles envió la señal más clara hasta la fecha de que la posibilidad de iniciar un juicio político en contra del presidente Donald Trump se le escapa de las manos a los demócratas, y que el veredicto final lo darán los votantes en los comicios de 2020.
Los demócratas esperaban que la comparecencia del ex fiscal especial fuera un punto de inflexión. Mueller, un exmarine que combatió en Vietnam, es el tipo de fiscal federal al que los estadounidenses habrían prestado atención y considerado una fuente confiable. Pero en esta era de marcadas divisiones políticas, movilizar a la sociedad es una tarea complicada incluso si Mueller hubiera querido producir un momento viral, lo que aparentemente nunca figuró entre sus opciones. En lugar de explayarse y darle voz a su reporte de 448 páginas, Mueller optó por decir muy poco.
Lo que sí dijo fue sorprendente: Trump no fue exonerado de posibles delitos. Su reporte concluyó que Rusia interfirió en las elecciones de 2016 de manera “extensa y sistemática”. Las medidas que tomaron Trump y su equipo fueron incorrectas, sostuvo. Pero la renuencia de Mueller a comprometerse, y sus respuestas monosilábicas, privaron al país de un momento memorable que le diera un cierre absoluto a la pesquisa y al papel de Trump en tratar de obstruir la investigación.
“No fue una farsa”, testificó Mueller sobre la interferencia electoral de Rusia.
El resultado, después de más de seis horas ante las comisiones de Inteligencia y Asuntos Jurídicos de la Cámara de Representantes, fue que ambas partes en Washington se atrincheraron nuevamente en sus respectivas posturas, y dejaron a los votantes la decisión.
Trump arremetió contra la comparecencia de Mueller — un “desastre” tuiteó — y se propuso sacarle provecho. La campaña de reelección del mandatario se fijó el objetivo de recaudar 2 millones de dólares en las próximas 24 horas, dijo, a fin de contrarrestar a aquellos que intentaban “engañar al pueblo estadounidense”.
Los aliados de la Casa Blanca no tardaron en intervenir. El senador republicano Lindsey Graham describió como “triste” la comparecencia de Mueller. El representante Devin Nunes, el republicano de mayor rango en la comisión de Inteligencia, dijo que la audiencia fue el “suspiro final” de la investigación.
“Es hora de bajar el telón en la farsa sobre Rusia”, dijo Nunes. “La teoría de una conspiración está muerta”.
Había mucho en juego en la comparecencia de Mueller, que se llevó a cabo meses después de que presentó su reporte en abril pasado. La presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi analiza los llamados de liberales para iniciar un juicio político y su propio instinto por asumir una postura más mesurada en cuanto a investigar al gobierno de Trump y difundir los hallazgos.
Los miembros más izquierdistas del partido han mostrado su impaciencia con lo que perciben como una marcha lenta de Pelosi hacia el juicio político, y también difieren con su estrategia. Más de 85 representantes demócratas han solicitado que se dé inicio al proceso de juicio político, y se prevé que más legisladores se unan a la lista después de escuchar el testimonio de Mueller.
Sin embargo, aunque los demócratas gozan de la mayoría en la Cámara de Representantes, están lejos de los 218 votos necesarios para aprobar los artículos de juicio político. Con el Senado bajo control republicano, muchos demócratas advierten que iniciar el proceso es ingresar a un callejón sin salida.
Mueller, en su testimonio, no forzó el tema. Aunque el equipo de Mueller se negó a procesar al presidente, debido en parte a la opinión del Departamento de Justicia de no encausar a un mandatario en funciones, el reporte también dejó entrever otras soluciones, incluyendo al Congreso. Cuando se le preguntó el miércoles si el juicio político era una opción, Mueller se negó a comentar al respecto.
El ex fiscal especial siempre iba a ser un testigo renuente que quería que su reporte hablara por él. Los demócratas sabían a lo que se enfrentarían incluso cuando albergaban la esperanza de que se presentara el otro Mueller, aquel que estuvo al frente del FBI después de los ataques del 11Sep.
En lugar de eso, presenciaron una figura de menor impacto, a quien por momentos era difícil escuchar y que titubeaba para responder a muchas de las preguntas, pero con la suficiente experiencia en el teje y maneje de Washington para no leer su reporte de manera que los demócratas pudieran sacarle provecho.
Cuando el representante demócrata Ted Lieu preguntó si Mueller podría leer una sección específica de su reporte, Mueller le reviró: “Me alegra si puede hacerlo usted”.
Los republicanos tenían sus propias expectativas e intentaron proyectar a Mueller como un actor en un elaborado intento por socavar la elección de Trump. Revivieron su vieja teoría de que el reporte se originó en la campaña de Hillary Clinton e hicieron preguntas que parecían diseñadas para retransmitirse en los medios conservadores, incluso si ellos tampoco quedaron completamente satisfechos con las respuestas del ex fiscal especial.
Tuvo todos los ingredientes de un clásico drama político en Washington; sin embargo, le faltó el gran final.
Incluso si Mueller hubiera sido un participante más entusiasta, tal vez no hubiera sido completamente capaz de exponer argumentos más convincentes. Las audiencias de la era del Watergate quedaron atrás, la época en que sin importar su partido, los legisladores asediaban al presidente Richard Nixon. El proceso de juicio político en contra de Bill Clinton cambió la dinámica, y la división partidista desde entonces sólo se ha profundizado hasta el punto de romper con lo que quedaba de la cortesía política.
De cualquier forma, la comparecencia de Mueller está lejos de ser una derrota política para alguna de las partes. Antes de las elecciones de 2020, ambos partidos intentan conectarse con esa porción del electorado que no cuenta con una postura partidista rígida.
Un sondeo realizado por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research en junio pasado reveló que el 31% de los estadounidenses señalaron que no tenían conocimiento suficiente para decir si el reporte de Mueller había exonerado por completo a Trump de coordinarse con Rusia, y el 30% dijo que no sabía si Trump estaba completamente libre de las acusaciones de obstruir la investigación. Una encuesta de CNN señaló que apenas el 3% dijeron que habían leído el reporte en su totalidad.
Tal vez el testimonio de Mueller, y su postura diluida, persuadió a algunos de ellos.
Mientras los votantes consideran sus opciones, Mueller le dejó al electorado un punto muy claro: una advertencia de lo que sucedió en 2016 y un llamado a poner atención de lo que podría ocurrir en el futuro.
“A lo largo de mi carrera he visto muchos desafíos a nuestra democracia”, declaró Mueller. “La labor del gobierno ruso por interferir en nuestras elecciones es uno de los más graves. Esto merece la atención de todos los estadounidenses”.