Ana Frank, la autora del famoso Diario, quería ser escritora, pero la casa museo que guarda su recuerdo en los Países Bajos ha imaginado qué habría ocurrido si hubiera utilizado una cámara para plasmar sus vivencias. Si en lugar de anotar cosas como esta: “Querida Kitty: me siento oprimida, indeciblemente oprimida, por el hecho de no poder salir nunca. Tengo miedo de que nos descubran y nos fusilen”, hubiese filmado su encierro en el anexo de una casa de Ámsterdam en la que se ocultaba de los nazis. El resultado es una serie en YouTube de quince capítulos (que de momento no pueder verse en España) titulada Videodiario de Ana Frank, en la que se recoge sus vivencias durante la fase final de su malogrado escondite, entre 1942 y 1944.
El papel principal es interpretado por la actriz neerlandesa Luna Cruz Pérez, de 13 años, que ha participado también en una popular serie local titulada Flikken Maastricht (Policías de Maastricht). A Ana Frank suelen recrearla artistas algo mayores, tanto en las versiones cinematográficas del Diario, como en el teatro, pero ahora la edad coincide con la de la protagonista real. Y, sobre todo, con la generación de las redes sociales, acostumbrada a documentar su vida en Instagram y vlogs. En esta ocasión, Kitty ya no es una muda libreta forrada de cuadros rojos, sino el espectador mismo. Al mirar directamente a la cámara y soñar en voz alta con “salir, notar el viento, ir al cine… viajar a París o Londres”, Ana habla con nosotros. Dado que la producción fue estrenada el pasado 30 de marzo, en plena crisis del Covid-19, con buena parte de la población mundial confinada en sus hogares, la empatía por el encierro es mucho más natural si cabe.
El Videodiario coincide a su vez con el 75 aniversario de la II Guerra Mundial, y aunque los expertos de la Fundación Ana Frank, de la que depende la casa museo, han leído el guion para evitar errores, el Diario sigue siendo la fuente original. Ronald Leopold, su director, espera que las imágenes “animen a pensar sobre el antisemitismo y la discriminación”. “Lo importante es crear interés a las generaciones que no tengan ya padres o abuelos para contarles lo ocurrido”, ha dicho.
El Diario escrito da comienzo el 14 de junio de 1942, dos días después del 13 cumpleaños de Ana. Aunque aquel día recibió muchos regalos, el cuaderno al que llamará Kitty fue el que más le gustó. “¡Te saludo, Diario, te encuentro maravilloso!”, escribe. En la nueva versión, la niña filma su casa, a sus padres, Otto y Edith, y a su hermana mayor, Margot, en ese mismo momento, cuando todos son felices. El 9 de julio, cuando Margot recibió una notificación ordenándole presentarse ante las autoridades para ser deportada a un campo de trabajo, decidieron ocultarse. La Ana escritora anota: “Nos pusimos en camino bajo una lluvia persistente (…) mis padres me fueron revelando poco a poco la historia de nuestro escondite (…) en el edificio donde estaban las oficinas de mi padre”. En el Videodiario, la actriz que la interpreta admite a cámara: “Así es mi vida en estos momentos, raro, eh, a veces no me lo creo, pero así es”. “Cada vez es más difícil para los judíos, qué pasará si nos encuentran”, añade en la habitación que comparte con otro de los refugiados, el dentista Fritz Pfeffer. “Llegó el último y aquí estamos”, dice poniendo cara de circunstancias y enfocando la cama supletoria de Pfeffer.
Con los Frank se ocultó también el matrimonio formado por Hermann y Auguste Van Pels y su hijo, Peter. Ana Frank cambió sus apellidos en sus escritos, y así, el señor Pfeffer pasa a llamarse Albert Dussel, y la pareja será los Van Daan. El anexo tenía un comedor, varias habitaciones compartidas y un altillo, y la cámara los muestra con detalle. Por un momento, Ana corre incluso la estantería que taponaba la entrada del escondite para evitar sospechas, y puede verse la escalera de acceso. También en algunos momentos deja la cámara sobre la mesa del comedor y filma lo que comen durante el encierro: patatas, col, sopas y enlatados obtenidos por los amigos del padre en el mercado negro. Otto Frank dirigía una empresa de pectina, una sustancia vegetal empleada para elaborar mermeladas, y varios de sus empleados ayudaron a mantenerles durante la reclusión. Solo él sobrevivió a los campos de concentración del Holocausto.
Hay espacio también para reflejar la relación adolescente entre Peter van Pels, de 15 años cuando se escondió, y Ana. Con los altibajos de la primera ilusión, y la tensión y malentendidos añadidos en una situación así, la chica se filma ojerosa y molesta cuando un día baja a saludarle. “Es lo que se hace, ¿no? Decir hola. Pues me ha ignorado”. En otro momento, le pregunta a Peter qué es lo que no le gusta de ella, y el chico responde que a veces está “demasiado agitada”. Ana vuelve entonces a su cuarto y le confía a la cámara que es un “chico estúpido”, para después hundir la cara en la almohada.
El pasado 30 de marzo se emitieron las dos primeras entregas y en cuatro días el primer episodio cuenta con más de 150.000 reproducciones. La serie, que refleja la última etapa del confinamiento, a partir del 29 de marzo de 1944 (los nazis irrumpieron ese agosto), añade momentos anteriores de la vida en libertad. Allí Ana va en bici y luce el sol, pero porta la estrella amarilla impuesta por los nazis para señalar a los judíos. La idea del Videodiario fue de la firma de publicidad Every Media, y los diálogos, en neerlandés, están subtitulados en español, francés, inglés y portugués. A pesar de la traducción, no podrá verse en España, Estados Unidos o México, porque ahí no han expirado los derechos de autor del Diario, en posesión del Fondo de Ana Frank, en Basilea (Suiza), según fuentes de la casa museo.
Los capítulos, de entre 10 y 15 minutos de duración, se emiten los lunes y jueves a las 16.00, hora central europea (CET), y el 4 de mayo es la fecha prevista para el último. Irán acompañados de material educativo audiovisual en busca de respuestas a las preguntas suscitadas por el Diario. Entre ellas, por qué se ha hecho tan famoso, o bien dónde empieza la exclusión del otro.